domingo, 16 de noviembre de 2008

Que ni el viento la toque!!!

Queridos amigos plasticosos, esta mañana apenas he tenido fuerzas para abandonar la cama, rascarle el moho a una rebanada de pan "bimbo" y engullir un par de alkaseltzer. El pasado viernes, como ya empieza a ser habitual en mi, me acosté con una "castaña" de las que hacen historia (de ahí la foto inicial de la entrada en plan "american beauty"). Sin embargo, no sólo he sacado fuerzas de flaqueza para eso, si no también para sentarme ante el ordenador y compartir con ustedes todos los pensamientos que circulan como auténticos kamikazes por la autopista de mi cabeza amenazando con un choque en cadena y la posibilidad de dejar mi cerebro como el de Borja Thyssen (a medida que crecen sus bíceps y las tetas de su mujer, parece menguar su capacidad intelectual; en fin, quién necesita un cerebro apellidandose Thyssen?).
Ahora que ya nos conocemos un poco estarán de acuerdo conmigo en que yo (al contrario que Borjita) suerte, lo que se dice suerte... nunca he tenido demasiada. Pues bien, lo último ya ha sido el colmo. Sin lugar a dudas, ésto es lo peor que me ha pasado desde que tengo uso de razón; ni siquiera comparable al fatídico día que, con dieciseis años, decidí fingir un dolor abdominal para escaquearme de un examen para el que no había estudiado. Lo que no había previsto era la posibilidad de que el director del colegio se curara en salud y me llevara al hospital para descartar una posible apendicitis. Supongo que no hace falta que les detalle la práctica que un enorme médico, con unos larguísimos dedos de pianista, llevó a cabo para comprobar si mi apéndice estaba o no inflamada. Lo que, a día de hoy, sigo sin entender es cómo un hospital puede encargar semejante labor a un hombre de unos cien kilos con los dedos de un grosor que puedo asegurarles que acojonaban; en fin... el simple recuerdo me provoca sudores fríos.

Bien, no les haré esperar más para contarles mi última desgracia. El viernes, en la oficina, Matías me preguntó si podíamos tomarnos una caña a la salida del trabajo. No era la primera vez que lo hacíamos, de hecho mi relación con el novio de mi ex se había ido afianzando poco a poco y, aunque comenzamos poniéndonos las caras como panes (ver entrada "ego te absolvo..." del 9 de julio), al final acabamos por encajar bien; pero lo cierto era que la propuesta de Matías vino acompañada de una cara de funeral... que hizo que saltaran todas las alarmas.

Cuando me senté frente a él supe que algo no iba bien. Pensé en algún problema relacionado con el trabajo, pero nunca podría haber imaginado, ni en la peor de mis pesadillas, lo que Matías tenía que decirme:
- Bueno, la verdad es que no sé por dónde empezar.
- Coño, me estás asustando; y te lo digo en serio.
- Santi, sólo te voy a pedir que, después de lo que voy a decirte, no hables con Leandra.
- Leandra? Qué tiene ella que ver?
- Verás, Leandra no quería que tú lo supieras, pero...
- Pero qué? Oye Matías, me estás poniendo de una mala hostia...
- Mira Santi, Leandra está embarazada.
- Ah, pues... no sé... enhorabuena, no? Me alegro por vosotros y... todo eso.
- Ya, gracias.
- Matías, puedes estar tranquilo porque para mi el tema Leandra está totalmente superado, así que...
- Está embarazada de cinco meses y medio.
Ay, coño, joder, joder, joderrrrr!!!! Nunca he sido especialmente bueno para las matemáticas ( de hecho, ellas fueron las culpables del ya comentado tacto rectal, más conocido como dedo en el culo), pero en aquel momento mi cerebro se convirtió en una especie de calculadora y en décimas de segundo me trasladé a principios del mes de junio. Mi relación con Leandra se terminó a finales de ese mes y poco depués descubrí que cuando rompimos ella ya llevaba dos meses con Matías. Aunque en su día me arrepentí de haberle partido la cara a mi compañero de curro por su colaboración en mi cornamenta, confieso que en ese momento volví a sentir la tentación de levantarme y abrirle el cráneo a botellazos. Me van a perdonar, pero estaba hasta los mismísimos cojones de la puta Leandra. Es que no iba a ser capaz de librarme de esa mujer en toda mi vida?
Para serenarme decidí seguir bebiendo.

Después de una hora llegué a varias conclusiones: que ella no quería que yo me enterara de su embarazo para evitar que pudiera reclamar mi posible paternidad, que Matías no podía vivir con la incertidumbre de no saber si el hijo que esperaba Leandra era suyo o mío y que por suerte estábamos en España y no en EE.UU (aun seguía marcado por mi experiencia americana) porque una borrachera así, en "yankilandia"... no se paga ni con la vida.
El pedo era tan criminal que no recuerdo ni cómo llegué a mi casa. La versión de Cipriano (tendré que creerle por su condición de único testigo) es que entré por la puerta a las nueve de la noche (una hora demasiado temprana para el estado en el que me encontraba) recitando en voz alta trozos de guión de varios capítulos de "Verano Azul".
Joder, no sé qué me pasa ultimamente (supongo que tiene algo que ver con el síndrome de Peter Pan) pero en cada borrachera que me pillo me da por gritar aquello de:
"Que ni el viento la toque, ni mirarla…
Mujer, mi varadero, ni cantarla…
Porque amarga es mi voz, más yo la canto…
Que ni el viento la toque porque tiene
pena de muerte el viento si la toca."



En fin, que cantidad de recuerdos se agolpan en mi cabeza recordando a Javi, Pancho, Beatriz (que en esa escena ya es mujer, por cierto), Kike, Desita, Tito y Manolito (más conocido como "el piraña") corriendo por la playa de Nerja, cogidos de la mano y con el viento golpeando sus rostros. Ay, si Chanquete levantara la cabeza... Qué pensaría él de mi nuevo problema con Leandra y el bombo que se está rifando? Seguro que me invitaría a unas sardinas asadas en la cubierta de "La Dorada" y le pediría a Julia la pintora que cantara alguna canción para intentar calmar este desasosiego que siento.

Dejando a un lado el tema "de quién será la semillita?", he recibido una llamada de Adela y me ha citado el jueves en su consulta. Ahora que lo pienso, el famoso día de la teta y la hostia (de repente esta frase me ha recordado a Bigas Luna) me fui sin pagar, aunque no creo que sea tan cutre como para llamarme sólo para que le abone los ochenta euros de la consulta, no? A lo mejor lo que pretende es que le toque la otra teta. En fin, sea lo que sea, me enteraré pronto; ahora no tengo demasiadas fuerzas para pensar, sólo me apetece meterme directamente en vena la banda sonora de la película "Hedwig & the Angry Inch" (una de las joyitas de John Cameron Mitchell junto con mi adorada "Short Bus" y su colaboración en la durísima historia del documental "Tarnation" de Jonathan Caouette que les recomiendo encarecidamente).

Lo que necesito es olvidarme del mundo, de Leandra, de Matías, de "Verano Azul"y, sobre todo, de la primera regla de la pobre Bea que la obligaba a estar sentadita en una silla de playa, bajo una sombrilla, con una falda por los tobillos y lejos del mar; ya saben que por aquel entonces... las mujeres con la menstruación eran una especie de "gremlins" ( "hay 3 reglas que debe seguir: que no le dé la luz, odia la luz brillante, sobre todo la del sol, le mataría; que esté lejos del agua, que no se moje; pero lo más importante, lo que nunca debe olvidar, es que por mucho que llore, por mucho que suplique, nunca, nunca debe comer después de medianoche"). Tranquilas amigas plasticosas que hoy en día, aunque estén con "el mes", podrán mojarse, tomar el sol, comer después de medianoche... incluso tocar plantas sin miedo a que se mustien o hacer una salsa mayonesa sin que se corte; pero, eso sí, si viven con un musulmán... mucho ojito con tocar el Corán durante esos días críticos porque se puede armar la de Dios; o la de Alá, vaya usted a saber. Sea como sea, vayan ustedes con Dios o con Alá o con quien les de la gana ir, pero vuelvan pronto que se les echa de menos.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Hello my friends!!!

No sé si tras una ausencia tan prolongada habrá alguien que aun recuerde a este pobre ser de plástico. Hola? Hay alguien ahí? En fin, me siento como Jean Baptiste Grenouille, el protagonista de "El Perfume" (como suele ocurrir... gran novela y espantosa película), abandonado, solo, rechazado por todos y maloliente como si me hubieran parido entre tripas de pescado (bueno, lo de maloliente es un decir porque uno tiene muchos defectos, pero el escaso aseo personal no se encuentra entre ellos). Sí, lo sé, soy demasiado dramático pero no tengo más remedio que intentar que ustedes (queridísimos amigos plasticosos) se compadezcan un poco de mi para que puedan perdonar el abandono al que ultimamente les tengo sometidos.
Podría mentir y asegurar que he pasado los dos últimos meses internado en un sanatorio mental, atiborrado de tranquilizantes y atado a la cama con unas correas de cuero (coño, no les parece un buen comienzo para un guión porno? Seguro que el padre de los nueve ya ha dejado volar su imaginación hasta esa habitación para incluir en el plano a dos enfermeras minifalderas, pechugonas y sin bragas); podría inventarme una enfermedad de Cipriano que me hubiera mantenido pegado a él tratando de calmarle los dolores; podría incluso contarles que desde hace dos meses dedico cada minuto del día que tengo libre a pasear con Adela (sí, es la psicóloga que me tiene loco), a olerle el pelo y enredar mis dedos en el pequeño remolino que tiene en la nuca, a hacerle el amor en el diván de su consulta, a compartir una buena botella de vino tumbados sobre la alfombra del salón y, como diría Don Joaquín Sabina, "a la orilla de la chimenea", pero... yo no he estado internado, ni Cipriano enfermo y Adela no me hace ni puto caso; por tener, no tengo una jodida chimenea ni una triste botella de buen vino que llevarme a la boca. En fin, que enarbolando la bandera de la sinceridad (práctica común desde el comienzo de esta vida plasticosa), les diré que lo que he intentado hacer durante estos dos meses de vacío ha sido desaparecer del mapa, pero no lo he conseguido.
Vamos por partes.
Como supongo que recordarán, tras el último desengaño sufrido por mi corazón, no tuve más remedio que arrastrarme hasta la consulta de Adela para que masajeara mi maltrecho ego con su maravillosa voz. Después de algo más de un mes visitándola a diario se podría decir que estaba perdidamente enamorado y aterradoramente arruinado, por lo que decidí pasar a la acción antes de verme tentado a atracar un banco o a presentarme a la alcaldía de Marbella para poder pagar los ochenta euros por sesión que me cobraba Adela. El último día de terapia ella me animó a coger el toro (es decir, mi vida) por los cuernos y lanzarme a hacer lo que me pidiera el cuerpo en cada momento; le hice caso y, casi antes de que terminara de hablar, le toqué una teta. Joder, qué mal rollo!!! Primero miró mi mano pegada como una "llámpara" a su pecho, luego buscó alguna explicación coherente en mi mirada y por último me soltó una hostia.

Cuando llegué a casa tuve claro que la única salida que me quedaba era empezar de cero, irme lejos, romper con todo, volver a "nacer" en otro lugar, entre otra gente, sin Jaimes, ni Katias, ni Leandras, ni Adelas, ni Ciprianos... Busqué en internet un vuelo barato de última hora a cualquier parte y preparé mi maleta. Nueva York me esperaba.
Una vez decidido mi destino, recordé una fotografía que en su día me habían hecho llegar las hermanas Cobo Fueyo (gracias chicas, sois dos joyas; "bebé" y "cuchi" son unos afortunados) tomada en U.S.A. en la que se puede ver a una especie de Dios plasticoso repleto de cientos y cientos de mis semejantes. Joder, en un país así seguro que encontraría mi hueco.
Como Adela me había dejado sin un puñetero duro, no tuve más remedio que recurrir a Cipriano y su caja fuerte.

Mi abuelo se negó a colaborar económicamente en mi particular "sueño americano" por lo que, cegado por una gran ilusión, decidí usar el alcohol para convencerlo y, tras media botella de coñac, ya se había meado encima (a su edad los esfínteres se controlan con dificultad) y había hecho decenas de rimas obscenas con los números mágicos que componían la combinación de su caja fuerte.

No se trataba de desplumarlo, pero necesitaba pagar el viaje y algo de dinerito para empezar mi nueva vida en la gran manzana.

Recordé a todas y cada una de las personas que habían formado parte de mi vida en los últimos tiempos y tuve claro que, quien más y quien menos, todos tenían algo que ver en mi decisión así que lo mejor era perderlos de vista cuanto antes; no había tiempo para despedidas, mi avión salía en pocas horas.

Creo que en el tiempo que llevamos compartiendo esta vida plasticosa nunca les había hablado del pánico que tengo a los aviones, no? Bueno, pues sí; confieso que me cago vivo. Por suerte, la pastillita empujada con el ron añejo en el bar del aeropuerto me ayudó a relajarme para soportar el vuelo lo mejor posible. Eso sin contar con la inestimable ayuda de Paul Auster y su última novela "Un hombre en la oscuridad" (cualquier momento compartido con mister Auster se convierte en algo delicioso. "El palacio de la luna", "Trilogía de Nueva York", "Tombuctú", "Brooklyn follies", "El libro de las ilusiones",... en fin, que si quieren disfrutar... ya saben).


En unas horas mi avión aterrizaba en el "J.F.K. Airport" y comenzaba mi nueva vida en la capital del mundo.

Como todo, hay vidas largas... y vidas cortas. La mía en Nueva York duró exactamente quince días; el tiempo justo para descubrir que en los EE.UU no había hueco para mi (ni siquiera dentro del enorme Dios plasticoso que acoge a todos sus pequeños hijos). Supongo que no estaban preparados para recibir un nuevo tipo de inmigrante de siete centímetros y medio, de plástico, fumador y vegetariano (al final Katia logró llevarme a su terreno "anticárnico"), bastante tienen los pobres norteamericanos con los hispanos, no creen? Aunque si no fuera por nuestros hermanos latinos... no sé quién cojones iba a limpiarles a estos señores toda su mierda; ah sí, claro, los negros. En fin... que yo tampoco estaba preparado para dejar de fumar, comerme sus porquerías, limpiar váteres y pagar diez dólares cada vez que me apeteciera una copa de vino. A estas alturas de la entrada...me voy a cagar en Frank Sinatra (D.E.P) y en "Bienvenido Mister Marshall". Olé, qué a gusto me he quedao!!

Supongo que se imaginarán que me di bastante prisa en comprar el billete de vuelta antes de que los vinitos de California (no puedo vivir sin un tinto, qué le voy a hacer) me dejaran en bancarrota.
Una vez en casa he dedicado varios días a rumiar mi fracaso y a tratar de luchar contra una depre que revolotea sobre mi cabeza como una especie de buitre acechando a su presa. Confieso que la victoria de Obama me ha ayudado a espantar al siniestro pajarraco, pero no tanto como la iniciativa de la página web de RTVE que volverá locos a los nostálgicos. Damas y caballeros, el "Un, Dos, Tres" ha vuelto desde el pasado!!! Joder, cómo hemos sido capaces de vivir todos estos años sólo con el recuerdo de Kiko Ledgard (y eso que yo soy de la generación de Mayra Gómez-Kemp), Don Cicuta y demás? Amigos dénse un viaje por el pasado, que les va a saber a gloria bendita: http://www.rtve.es/rtve/20081030/estrenamos-dos-tres/186034.shtml

Le he pedido perdón a Cipriano por el asalto a su caja fuerte y me ha mandado a la mierda; supongo que el enfado no puede durarle mucho más. También quiero disculparme con ustedes por mi ausencia y darles las gracias por no haberme olvidado. Es un placer saber que están ahí y, sobre todo, volver a un país en el que si nos sale de los cojones le pagamos 350.000 euros a un ladrón con pantalón sobaquero por una puta entrevista en la tele para hablar de su paso por la cárcel. Por ese precio, lo mínimo que puede contar es cómo un grupo de pandilleros le sodomizaban por turnos en las duchas mientras le obligaban a cantar "marinero de luces" con la boca llena (ustedes ya me entienden; no puedo evitar ser soez). En fin, aunque mi querida tele sea cada día más mierda... ustedes sonrían, que al final... "dientes, dientes, que es lo que les jode".

Thank you so, so, so much!!!