miércoles, 25 de febrero de 2009

This is the end

No, amigos mios, no se piensen que ha sido una cuestión de pereza o un simple capricho. El hecho de que haya dejado pasar más de dos mes desde la última entrada ha sido por un problema de alergia. Sí, soy alérgico al mes de diciembre y todo lo que va unido a él. En fin, que un año más, y aunque parezca imposible, he sobrevivido a otra navidad. No sé si serán capaces de creerlo, pero aún me dura la hinchazón de cojones que me produce el rollito navideño; tanto es así que podría guardarlos en una cajita para usarlos de adorno el año que viene en cualquiera de los arbolitos que durante esas fiestas cobran protagonismo en nuestras casas. Sí, damas y caballeros, la navidad me pone los pelos de punta y me toca las pelotas.
No quiero que piensen que me pongo en plan radical anti-navideño por ir contra la mayoría, es que sencillamente no me cabe en la cabeza la pasión que levantan en muchos esas fechas. Sinceramente yo sólo me apasionaría con la navidad si fuera pederasta y trabajara haciendo de papá noel en unos grandes almacenes, pero como no lo soy... el hecho de pasarme ocho horas al día restregando los culos de los niños en mis rodillas... también me tocaría las pelotas. Lo único que espero es que los papás noeles de los cortes ingleses (y demás antros horteras) lo hagan por dinero y no por placer. Sea como sea, si han llevado a sus niños a que hicieran sus peticiones al señor bonachón de barba blanca... espero que hayan vigilado muy de cerca sus manos enguantadas, por lo que pudiera llegar a pasar; supongo que el hecho de que santa claus te meta mano cuando vas a pedirle tus regalos te puede crear un trauma de por vida. De hecho, yo tuve una novia que sufrió un "acoso papanoeliano" y todos los 24 de diciembre me vestía con el típico trajecito rojo y me azotaba el culo hasta que mis pobres posaderas cogían un color más intenso que el del propio disfraz (que conste que yo me dejaba azotar gustosamente porque un poco de mano dura no hace mal a nadie). De todos modos, si no quieren correr ese riesgo, el año que viene olviden al gordo vestido de rojo y escriban su carta a los reyes magos. Ánimo!! Acabemos de una puta vez con el jodido papá noel!!
Joder, creo que me parezco al personaje de Bill Murray en "Los fantasmas atacan al jefe", aunque yo, al contrario que Bill, no conseguí reconciliarme con mi hermano, mi novia, la navidad... ni con la película que, por cierto, me parece una auténtica mierda caliente.
En fin, creo que voy a dejar el temita porque me conozco y corro el riesgo de terminar cagando encima de "Qué bello es vivir", los telemaratones, el mensaje del rey, los mazapanes, los portales de belén y las misas de gallo.
Bueno, imagino que estarán preguntándose qué cojones hago hablando de la navidad a estas alturas del año, verdad? Pues bien, mi (ya confesada) alergia a esas fechas es la culpable del abandono al que me he visto obligado a someter a "plastic life".

Sé que algunos de ustedes, después de leer lo que estoy a punto de escribir, me considerarán un monstruo sin sentimientos ni escrúpulos pero... sinceramente, me importa tres cojones!
El caso es que hace un par de meses, mientras veía un especial navideño de "Mira quién baila", me dio un pronto de lo más raro. Confieso que no sé si me pone más nervioso la pánfila de la Igartiburu (más conocida como "la hermafrodita donostiarra"), Ortega Cano bailando un hip-hop o las divertidas (es ironía, of course) valoraciones de Mariano Mariano, pero la cuestión es que una extraña locura se apoderó de mí y mi mente comenzó a trazar un plan descabellado que terminaría por llevarme directamente al lugar desde el que les estoy escribiendo; pero no adelantemos acontecimientos y vayamos por partes.
Apagué la tele para dejar de torturarme con Cesares Cadavales, Anas Obregones y demás comparsa, salí a la calle a comprar una botella de champán y volví a casa para organizar una pequeña fiesta para brindar por el nuevo año que estaba a punto de comenzar. La lista de invitados no era muy larga pero todos tenían algo en común: en mayor o menor medida, todos me habían tocado los cojones y, precisamente por eso, no podían faltar a mi cita.

Vinieron Jaime, Katia y Lorenzo (el mono tití), Leandra y Matías (por separado, claro; después de la movida de la prueba de paternidad en directo habían tomado caminos diferentes), Adela y Cipriano. Realmente mi abuelo y mi actual amante no se merecían estar en aquella fiesta pero ambos se empeñaron en asistir y yo no supe negarme, así que... peor para ellos. No pude evitar que todos ellos me recordaran a personajes del "Cluedo" que hubieran decidido cambiar sus papeles de asesinos por los de víctimas. Por primera vez mis particulares señorita Amapola, doctor Mandarino, señor Pizarro, marqués de Marina, profesora Rubio y señora Prado dejarían a un lado el candelabro, el puñal, la cuerda, la llave inglesa... para caer en mis garras. Esta vez no se trataba de desenmascarar al asesino como en el famoso juego de mesa (evidentemente ese era mi papel) si no más bien de calcular cuántos de mis invitados saldrían con vida de mi casa.

Allá por el mes de septiembre (supongo que lo recordarán) decidí envenenar a Katia y a Jaime con unas piedras de hielo aderezadas con cianuro; cierto es que finalmente mi endeble conciencia sólo me permitió provocarles una cagalera con un potente laxante, pero esta vez todo iba a ser diferente porque el pepito grillo que vivía dentro de mi cabeza se había ido a comer unas hojas de lechuga a algún lugar lejano desde el que, por mucho que gritara, yo no alcanzaba a oír su voz.
Abrí la botella de champán, vacié el bote de veneno en su interior y me presenté en el salón dispuesto a llenar las copas de mis invitados. Yo, por descontado, odio el champán y celebré la próxima llegada del año con una cerveza sin ningún tipo de aditivo extra. "El niño no bebe un poco?" le pregunté a Katia señalando a Lorenzo que me miraba con esos ojos redondos encajados en esa cabeza de pelo naranja que me pone tan nervioso. "Sí, máma" gritó el mono tití recalcando bien el acento en la primera "a" (lo que, por otra parte, me puso aun más nervioso). "Claro mujer, que un día es un día" le dije mientras colocaba en la mano de Lorenzo una copita. Coño con el niño! Se bajó el champán de un solo trago y me pedía más mientras bizqueaba y se relamía como un poseso. Por supuesto no le serví ni una gota más por miedo a que, debido a la velocidad a la que bebía y a las pequeñas dimensiones de su cuerpo, se muriera demasiado pronto, alarmara a los demás y pudieran sospechar algo.
Ay, qué felicidad verles brindar tan contentos! Si es que... en el fondo soy un sentimental, no puedo evitarlo. En ese momento tan mágico, durante décimas de segundo, pasó por mi cabeza la idea de dejar a un lado mi cerveza y pasarme al champán para unirme a esta especie de suicidio (más bien crimen) colectivo en plan secta estadounidense del tipo "davidianos" que, como imagino recordarán, montaron la de dios en la granja de Waco obedeciendo las ordenes de su líder. Pero confieso que esa idea abandonó enseguida mi cabeza y decidí que, probablemente, me resultaría más placentero asistir a "la fiesta del veneno" como un mero espectador; así que, me senté y esperé.
Sí, señoras y señores, sé que lo que hice no estuvo bien pero... qué quieren que les diga? Llegados a ese punto no podía dar marcha atrás, así que salí de casa para evitar la visión de aquellos cuerpos retorciéndose en el suelo y llenándolo todo de vómitos y excrementos y me fui al cine a disfrutar con "La Ola" ("Die Welle") una peli alemana que les recomiendo encarecidamente a todos (también al padre de los nueve; tranqui, que en esta no salen ni tetas ni culos).
Imaginen mi sorpresa cuando llegué de nuevo a mi casa y descubrí que mis víctimas habían desaparecido dejando un reguero de fluidos oscuros y olorosos por todo el pasillo, y en su lugar quienes me esperaban eran cuatro policías con cara de pocos amigos. Lo primero que pasó por mi cabeza es que alguien se había equivocado y había enviado a un grupo de "boys" a la dirección errónea pero esa idea abandonó mi cabeza a la misma velocidad que los guripas se lanzaron sobre mí para esposarme y leerme mis derechos.
Mientras me conducían a comisaría descubrí que había sido Cipriano el que había conseguido reptar hasta le teléfono y dar la voz de alarma.
Después de unos lavados de estómago y unas semanitas ingresados y alimentándose por vía intravenosa, han sido dados de alta y se encuentran más o menos bien, al menos eso me ha dicho mi abogado. Él dice que eso me beneficia de cara al juicio porque, como ninguno se ha muerto, sólo pueden acusarme de intento de homicidio múltiple. Sea como sea, ya hace dos meses que estoy entre rejas y todo indica que me caerán unos cuantos años, pero no se preocupen por mi; estoy seguro que me divertiré, al menos eso me dice mi nuevo compañero de celda que es un tío de 2 metros, 120kg, calvo, bigotudo y vestido de cuero de los pies a la cabeza. "Tú relájate que ya verás lo bien que nos lo vamos a pasar", me dice. La verdad es que parece un tío majete. En fin... Qué pasa? No cuela esa ingenuidad, verdad? Supongo que después de tantos meses y más de veinte entradas ya me conocen lo suficiente para saber que ingenuo, lo que se dice ingenuo... poquito. Pues sí, sé que las intenciones de Romualdo (así se llama el oso que duerme en la litera de abajo) son dejarme el ojete como el túnel del negrón pero... qué quieren que les diga? En algo habrá que matar el tiempo, no?
He pedido un ordenador portátil pero parece que por el momento no es posible, de hecho les escribo desde el pc del director (yo prefiero llamarle alcaide, que le da a la historia un rollo más tipo Alcatraz) que me ha dado permiso para despedirme de todos ustedes.
Qué será de mi vida? Me pudriré en este agujero? Conseguiré salir en libertad condicional bajo fianza? Me perdonarán algún día mis queridas víctimas? Me traerán un portátil? Será Romualdo el amor de mi vida? Joder, cuántas preguntas en el aire a las que, por ahora, no puedo responder; quizás en un futuro... quién sabe.

En este preciso instante me viene a la cabeza el final de una de las muchísimas etapas del "Un, dos, tres", allá por los ochenta, en la que Narciso Ibañez Serrador mandaba meter en un ataúd a la más grade de sus creaciones: la calabaza "Ruperta" (está claro que la "Botilde" y el "Chollo" nunca consigueron hacerle sombra). Eso sí, cuando un señor muy siniestro se disponía a clavar la tapa del féretro con un enorme martillo, Chicho le advertía: "Ciérrelo, pero no demasiado fuerte; que nunca se sabe". Ahora mismo, la mitad de mí se siente como esa calabaza entrando en el ataúd y preparándose para un sueño reparador... no sé si demasiado largo o quizás demasiado corto, y la otra mitad como el hombre siniestro que está a punto de introducir los clavos en la madera.
Sea como sea, y antes de que la tapa se cierre del todo, quisiera dar las gracias de todo corazón a Sarita (la primera y más mejor de las fans), la Yeni (y la Yessi), Pui, al padre de los nueve, a Berto, a Kika, DonGato, al recientemente incorporado Jaime Bores, al Comandante Castillo (siempre a sus órdenes, amigo mio), a BDG, a la falsa Adela, al gran Oscarín, la familia "parafusa", mis alemanes plasticosos y todos los que nos espiaron desde sus madrigueras parapetados tras la pantalla del ordenador, a quienes de un modo u otro han formado parte de "plastic life" y a todos los que he olvidado incluir en este agradecimiento pero que siempre tendrán un hueco en mi corazón.
Damas y caballeros, me resulta muy difícil cerrar esta entrada pero no quiero ponerme pesado ni sentimental así que sólo les diré que... soy de plástico, pero les echaré de menos.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Por qué lo llaman amor...?

Mis queridísimos amigos, un día más me pongo en contacto con ustedes a través de este vínculo plasticoso para ponerles al día de las subidas y bajadas de la montaña rusa que es mi vida. Hoy, por fin, cogeremos carrerilla suficiente para que nuestro impulso nos lleve directamente a lo más alto en lugar de precipitarnos (como viene siendo habitual) hacia las profundidades!!! De hecho, me gustaría advertir a los lectores más recatados o facilmente impresionables que se abstengan de seguir leyendo. Para los más osados que continúen con mi historia de hoy... solamente una petición: les he avisado, así que... luego no me vengan con películas.
Supongo que estarán de acuerdo conmigo en que desde el comienzo de "plastic life" he sido un tipo bastante prudente en lo que se refiere a airear la intimidad de las personas que, por un motivo u otro, han formado parte de mis relatos. Ustedes han sido testigos de momentos de amor, de odio, peleas, borracheras, algo de sexo... pero siempre he tratado de respetar ciertos límites para no invadir demasiado la vida privada de los demás, pero éso, amigos mios... se ha acabado.
Ya les advierto que el relato de hoy es algo... subidito de tono (esta expresión es tan cursi y patética que me fascina). Lo siento por los lectores más conservadores pero hoy, se ponga quien se ponga como se quiera poner, el Santi más salvaje está a los mandos de esta nave.
Antes de entrar en los detalles más "uh yuh yuh yuh yuy", que diría la odiosa voz en off de "Aquí hay tomate" (D.E.P), les diré que esta última semana ha sido de lo más movidita. Para empezar, y haciendo caso omiso a la petición de Matías, al día siguiente de conocer el bombazo de mi posible paternidad me puse en contacto con la golfa de Leandra para aclarar las cosas. La muy hija de puta se puso hecha una fiera cuando descubrió que el pobre Matías me había confesado toda la historia. Será cerda la tía!! Pero después de una conversación telefónica de casi una hora conseguí que accediera a que los tres implicados en la historia nos sentáramos para hablar tranquilamente del tema.
Tres días más tarde nos vimos en mi casa. Imagínense cuál fue nuestra sorpresa (hablo de Matías y un servidor) cuando la anormal, porque no tiene otro nombre, de Leandra nos dice que ella siempre ha querido ser famosa y salir en la tele y que es "super fans" de la Belén Esteban y que si la ex de Jesulín puede por qué no va a poder ella. Además amenaza con bautizar (más bien condenar de por vida) a lo que nazca con el nombre de Andreíta, en caso de que "lo que venga sea una nena", y con ponerse un buen par de tetas. Joder, cómo pude compartir una parte de mi vida con semejante enjendro!!!

Pero si todo lo anterior les parece fuerte no se pierdan la segunda parte porque la muy lela ha apalabrado con "El diario de Patricia" (ahora creo que se llama "El diario" a secas porque Patricia, tras su paso por el programa, debe haberse suicidado) una amniocentesis en directo y las consiguientes pruebas de paternidad para que toda España descubra, al mismo tiempo que nosotros, quién es el verdadero padre de Andreíta.
Es precisamente ahora cuando me voy a cagar en la puta madre que ha parido a esta gilipollas aun a riesgo de que los señores de "google" le pongan a mi vida de plástico el cartelito de "warning contents". No te jode? Como si me preocupara lo más mínimo! Sepan que lo único que me importa ahora mismo es elegir la forma de cargarme a este monstruo una vez que haya liberado a la criatura inocente que lleva dentro de su asqueroso cuerpo.

Como comprenderán, después de escuchar el plan de "El diario (de Patricia)" y de imaginarme sentado en uno de esos sofas de Ikea (ideales de la muerte, pero incómodos de cojones) a la espera de los resultados del test de ADN, decidí echar a Leandra de mi casa (por respeto a Andreíta no lo hice a patadas); qué sería lo siguiente? una entrevista hecha por Jaime Bores en alguna tele local? Sí, tranquilos amigos, es normal que no le recuerden; supongo que el propio Jaime se olvidó de si mismo mucho antes de que Patricia (la del diario) decidiera dejarnos para siempre. Estén donde estén..., esperemos que ambos descansen en paz... y lejos. A este tipo de cadáveres televisivos el día menos pensado se les ocurre aparecer de repente (sin previa invocación, ni "ouija", ni ná de ná) y te puedes cagar por la pata del susto.
Lo más destacable de todo esto es que Matías ha terminado con Leandra y yo, sinceramente, me alegro un huevo.
Ahora ya no se rifa un bombo porque a estas alturas del partido mucho me temo que tanto Matías como yo nos hemos ilusionado con Andreíta; ahora lo que se rifa, y nadie quiere, es un vínculo de por vida con la zorra de Leandra. En honor a mi amiga Pui (que últimamente nos tiene muy abandonados) he de decir que prefiero que me hagan una gastroscopia con un canalón de hierro oxidado o expulsar dos piedras de riñón de 300 gramos cada una antes que tener algo que ver con semejante monstruo.

Dando un giro radical a mi relato, pasamos a la parte más... en fin, cómo diría... más cachonda.
La cuestión es que, el día que me había citado y a la hora prevista, me presenté en el despacho de Adela con cierta inseguridad porque desconocía sus intenciones. Una parte de mí pensaba que quizás pretendía recriminarme por la "tocata de teta" y reclamarme los ochenta euros de la última consulta, y otra parte se decantaba por la posibilidad de que tal vez su intención era disculparse por el hostión que me había arreado y firmar una especie de tregua; bien, pues ambas partes se equivocaban. Si en lugar de pensar con la cabeza lo hubiera hecho con lo que todos ustedes se están imaginando... sin duda habría acertado porque, nada más poner el pie en la consulta, Adela saltó sobre mí como el leopardo que ataca a la gacela en los documentales de la dos. En un principio pensé que la tía se había vuelto loca y pretendía acabar con mi vida. Confieso que me pilló por sorpresa y actuó con tal velocidad que apenas tuve tiempo a reaccionar; en cuestión de segundos mis pantalones se encontraban arrebujados a la altura de mis tobillos y mi "cosita" (compréndanlo, estaba asustado y el miedo, al igual que el frío, causa estragos) dentro de su boca. Ay dios, no podía quitarme de la cabeza a la puñetera Isabel Pantoja con sus "dientes, dientes, que es lo que les jode" y chillé tan alto como pude, pero enseguida me di cuenta que las intenciones de mi psicóloga se alejaban bastante de una improvisada castración casera, así que auyenté a la Pantoja (puede existir imágen menos erótica?) de mi cabeza y me relajé mientras Adela (parece mentira que hace sólo unos días casi me arrancara la cabeza por poner mi mano sobre su pecho) se comportaba como una digna sucesora de la gran Linda Lovelace en "Garganta Profunda".

Si no recuerdo mal, esta no es la primera vez que nombro en una entrada a mi adorada estrella del porno de los años 70, pero es que no es para menos; de hecho, he pensado en escribir a Benedicto... perdón pero no recuerdo el numerito (debería llevarlo en la espalda como los futbolistas, no creen?), para proponerle la canonización de la señorita Lovelace. Se imaginan? Santa Linda Lovelace!! Verdad que suena bien? En la carta le incluiré algún dvd para que a ese señor no le quepa ninguna duda de que esta chica era única haciendo milagros.
Bueno, pues lo que había comenzado con una felación (sí, ya sé que suena cursi, pero es que "mamada"... resulta pelín vulgar, no?) continuó con una auténtica demostración del sexo más salvaje que jamás hubiera probado, las posturas más inverosímiles, las sensaciones más placenteras, los juguetitos más originales, vibrantes, viscosos, olorosos...; mezclamos nuestros fluídos en el suelo, sobre la mesa, contra la pared, en el diván en el que al mes se posaban cientos de culos y que hoy se pegaba al mío por el sudor que inundaba mis nalgas mientras Adela cabalgaba sobre mí como una experta amazona susurrándome al oído frases que, por pudor, soy absolutamente incapaz de reproducir para ustedes pero que me provocaron una... no sé, digamos... explosión que me hizo gritar como un salvaje mientras ambos nos dejábamos caer sobre la moqueta, empapados en sudor, exhaustos, paladeando el dulce olor a sexo que flotaba en el ambiente de la consulta; pero el descanso duró poco. No voy a dármelas ahora de superfollador (está claro que los famosos siete polvos en una noche de Antonio David y Nuria Bermúdez no hay humano de mi edad capaz de superarlos; ni siquiera de empatarlos), pero Adela sabía como manejarse para que mi... (el asunto tiene cojones!! Nunca me ha resultado tan difícil encontrar una palabra para algo que tiene tantos nombres, pero es difícil elegir el adecuado para no resultar cursi ni pasarse de bestia. Quizás entre la cursilería de "pilila" y la ordinariez de "rabo", haya un término medio que encaje mejor, no creen? Debería hacer una encuesta similar a la del nombre del nuevo retoño del padre de los nueve, pero como no tengo mucho tiempo... será mejor que lo decida yo solito. Para empezar descarto pilila, pene, polla, cipote, rabo, picha, manguera, cimborrio, banana, cimbel, badajo, nardo, pirula, falo, pijo, mástil, pepino, minga, chorra, nabo, tranca, punta y verga; y después de valorarlo unos minutos... creo que lo tengo claro, la voy a llamar... "miembra"; así que retomo el relato)
...pero Adela sabía como manejarse para que mi miembra la obedeciera y danzara al ritmo que ella marcaba. Se había convertido en una especie de cobra que buscaba la verticalidad hipnotizada por la música; pero, en este caso, mi psicóloga no tuvo necesidad de tocar la flauta (juro que ésto no lo digo con doble sentido); su cuerpo desnudo al lado del mio, el modo de acariciar con la punta de su lengua mi abdomen y el ligero ronroneo que producía su garganta actuaban como una especie de canto de sirena ante el cual la miembra no podía resistirse.
Lo hicimos de nuevo. Con la misma intensidad que la primera vez volvimos a encajarnos el uno en el otro como dos piezas de un puzzle que se necesitan y se complementan para formar algo coherente; durante unas horas desapareció nuestra autonomía como personas y nos convertimos en un único ser (ésto suena muy hortera pero les aseguro que es lo que sentíamos), hasta el punto de que aún ahora, mientras escribo esto, continúo sintiendo el enorme vacío que se instaló en mi interior en el preciso instante en que mi boca se separó de la suya y mi miembra abandonó su acogedor... (mierda, me ha vuelto a pasar! y ahora qué? chichi, almeja, vagina, chocho, conejo,... bah, paso de complicarme. Si me lo permiten lo llamaré "coño" que es como lo he llamado toda mi vida; así que retomo el relato)
...y mi miembra abandonó su acogedor coño (madre mía, creo que voy a recibir más de una crítica por esto); no he dejado de pensar en ella, pero tranquilos todos (sobre todo Berto que se preocupa mucho por mi querencia a los enamoramientos fugaces) porque no se trata de amor... si no de puro sexo; o al menos eso creo.
Cuando salí de la consulta de Adela me temblaban las piernas; el folleteo me había pillado en ayunas y la debilidad que sentía me obligó a volver a casa en taxi. Me duché, me comí una lata de fabada sin calentar y me tumbé en el sofá a hacer la digestión mientras Chris Waitt me contaba una historia completa de sus fracasos sexuales ("A complete history of my sexual failures". http://www.completehistorymovie.co.uk/). La versión original en inglés y sin subtítulos me obligó a estar tan concentrado que durante una hora y media abandoné mi mundo de plástico para centrarme unicamente en el buen cine hecho con pocos medios y muchas ganas.
En fin, queridos hermanos, después de una entrada tan "sucia" (palabra exacta utilizada por Cipriano tras la lectura previa a la publicación, a la que me veo obligado a someter todos los textos) y por terminar con un toque cultural, les recomiendo encarecidamente la exposición fotográfica del gran Alberto García-Alix que se puede visitar hasta el 16 de febrero en el Centro de Arte Reina Sofía de Madrid.
Dice el propio autor que "la fotografía es un poderoso médium. Nos lleva al otro lado de la vida. Y allí, atrapados en su mundo de luces y sombras, siendo sólo presencia, también vivimos. Inmutables. Sin penas. Redimidos nuestros pecados. Por fin domesticados… Congelados. Al otro lado de la vida... De donde no se vuelve"; y como yo no sería capaz de escribir nada mejor para cerrar la entrada... me voy despacito y sin hacer demasiado ruido. Hasta la próxima amigos y, como siempre, muchas gracias.

domingo, 16 de noviembre de 2008

Que ni el viento la toque!!!

Queridos amigos plasticosos, esta mañana apenas he tenido fuerzas para abandonar la cama, rascarle el moho a una rebanada de pan "bimbo" y engullir un par de alkaseltzer. El pasado viernes, como ya empieza a ser habitual en mi, me acosté con una "castaña" de las que hacen historia (de ahí la foto inicial de la entrada en plan "american beauty"). Sin embargo, no sólo he sacado fuerzas de flaqueza para eso, si no también para sentarme ante el ordenador y compartir con ustedes todos los pensamientos que circulan como auténticos kamikazes por la autopista de mi cabeza amenazando con un choque en cadena y la posibilidad de dejar mi cerebro como el de Borja Thyssen (a medida que crecen sus bíceps y las tetas de su mujer, parece menguar su capacidad intelectual; en fin, quién necesita un cerebro apellidandose Thyssen?).
Ahora que ya nos conocemos un poco estarán de acuerdo conmigo en que yo (al contrario que Borjita) suerte, lo que se dice suerte... nunca he tenido demasiada. Pues bien, lo último ya ha sido el colmo. Sin lugar a dudas, ésto es lo peor que me ha pasado desde que tengo uso de razón; ni siquiera comparable al fatídico día que, con dieciseis años, decidí fingir un dolor abdominal para escaquearme de un examen para el que no había estudiado. Lo que no había previsto era la posibilidad de que el director del colegio se curara en salud y me llevara al hospital para descartar una posible apendicitis. Supongo que no hace falta que les detalle la práctica que un enorme médico, con unos larguísimos dedos de pianista, llevó a cabo para comprobar si mi apéndice estaba o no inflamada. Lo que, a día de hoy, sigo sin entender es cómo un hospital puede encargar semejante labor a un hombre de unos cien kilos con los dedos de un grosor que puedo asegurarles que acojonaban; en fin... el simple recuerdo me provoca sudores fríos.

Bien, no les haré esperar más para contarles mi última desgracia. El viernes, en la oficina, Matías me preguntó si podíamos tomarnos una caña a la salida del trabajo. No era la primera vez que lo hacíamos, de hecho mi relación con el novio de mi ex se había ido afianzando poco a poco y, aunque comenzamos poniéndonos las caras como panes (ver entrada "ego te absolvo..." del 9 de julio), al final acabamos por encajar bien; pero lo cierto era que la propuesta de Matías vino acompañada de una cara de funeral... que hizo que saltaran todas las alarmas.

Cuando me senté frente a él supe que algo no iba bien. Pensé en algún problema relacionado con el trabajo, pero nunca podría haber imaginado, ni en la peor de mis pesadillas, lo que Matías tenía que decirme:
- Bueno, la verdad es que no sé por dónde empezar.
- Coño, me estás asustando; y te lo digo en serio.
- Santi, sólo te voy a pedir que, después de lo que voy a decirte, no hables con Leandra.
- Leandra? Qué tiene ella que ver?
- Verás, Leandra no quería que tú lo supieras, pero...
- Pero qué? Oye Matías, me estás poniendo de una mala hostia...
- Mira Santi, Leandra está embarazada.
- Ah, pues... no sé... enhorabuena, no? Me alegro por vosotros y... todo eso.
- Ya, gracias.
- Matías, puedes estar tranquilo porque para mi el tema Leandra está totalmente superado, así que...
- Está embarazada de cinco meses y medio.
Ay, coño, joder, joder, joderrrrr!!!! Nunca he sido especialmente bueno para las matemáticas ( de hecho, ellas fueron las culpables del ya comentado tacto rectal, más conocido como dedo en el culo), pero en aquel momento mi cerebro se convirtió en una especie de calculadora y en décimas de segundo me trasladé a principios del mes de junio. Mi relación con Leandra se terminó a finales de ese mes y poco depués descubrí que cuando rompimos ella ya llevaba dos meses con Matías. Aunque en su día me arrepentí de haberle partido la cara a mi compañero de curro por su colaboración en mi cornamenta, confieso que en ese momento volví a sentir la tentación de levantarme y abrirle el cráneo a botellazos. Me van a perdonar, pero estaba hasta los mismísimos cojones de la puta Leandra. Es que no iba a ser capaz de librarme de esa mujer en toda mi vida?
Para serenarme decidí seguir bebiendo.

Después de una hora llegué a varias conclusiones: que ella no quería que yo me enterara de su embarazo para evitar que pudiera reclamar mi posible paternidad, que Matías no podía vivir con la incertidumbre de no saber si el hijo que esperaba Leandra era suyo o mío y que por suerte estábamos en España y no en EE.UU (aun seguía marcado por mi experiencia americana) porque una borrachera así, en "yankilandia"... no se paga ni con la vida.
El pedo era tan criminal que no recuerdo ni cómo llegué a mi casa. La versión de Cipriano (tendré que creerle por su condición de único testigo) es que entré por la puerta a las nueve de la noche (una hora demasiado temprana para el estado en el que me encontraba) recitando en voz alta trozos de guión de varios capítulos de "Verano Azul".
Joder, no sé qué me pasa ultimamente (supongo que tiene algo que ver con el síndrome de Peter Pan) pero en cada borrachera que me pillo me da por gritar aquello de:
"Que ni el viento la toque, ni mirarla…
Mujer, mi varadero, ni cantarla…
Porque amarga es mi voz, más yo la canto…
Que ni el viento la toque porque tiene
pena de muerte el viento si la toca."



En fin, que cantidad de recuerdos se agolpan en mi cabeza recordando a Javi, Pancho, Beatriz (que en esa escena ya es mujer, por cierto), Kike, Desita, Tito y Manolito (más conocido como "el piraña") corriendo por la playa de Nerja, cogidos de la mano y con el viento golpeando sus rostros. Ay, si Chanquete levantara la cabeza... Qué pensaría él de mi nuevo problema con Leandra y el bombo que se está rifando? Seguro que me invitaría a unas sardinas asadas en la cubierta de "La Dorada" y le pediría a Julia la pintora que cantara alguna canción para intentar calmar este desasosiego que siento.

Dejando a un lado el tema "de quién será la semillita?", he recibido una llamada de Adela y me ha citado el jueves en su consulta. Ahora que lo pienso, el famoso día de la teta y la hostia (de repente esta frase me ha recordado a Bigas Luna) me fui sin pagar, aunque no creo que sea tan cutre como para llamarme sólo para que le abone los ochenta euros de la consulta, no? A lo mejor lo que pretende es que le toque la otra teta. En fin, sea lo que sea, me enteraré pronto; ahora no tengo demasiadas fuerzas para pensar, sólo me apetece meterme directamente en vena la banda sonora de la película "Hedwig & the Angry Inch" (una de las joyitas de John Cameron Mitchell junto con mi adorada "Short Bus" y su colaboración en la durísima historia del documental "Tarnation" de Jonathan Caouette que les recomiendo encarecidamente).

Lo que necesito es olvidarme del mundo, de Leandra, de Matías, de "Verano Azul"y, sobre todo, de la primera regla de la pobre Bea que la obligaba a estar sentadita en una silla de playa, bajo una sombrilla, con una falda por los tobillos y lejos del mar; ya saben que por aquel entonces... las mujeres con la menstruación eran una especie de "gremlins" ( "hay 3 reglas que debe seguir: que no le dé la luz, odia la luz brillante, sobre todo la del sol, le mataría; que esté lejos del agua, que no se moje; pero lo más importante, lo que nunca debe olvidar, es que por mucho que llore, por mucho que suplique, nunca, nunca debe comer después de medianoche"). Tranquilas amigas plasticosas que hoy en día, aunque estén con "el mes", podrán mojarse, tomar el sol, comer después de medianoche... incluso tocar plantas sin miedo a que se mustien o hacer una salsa mayonesa sin que se corte; pero, eso sí, si viven con un musulmán... mucho ojito con tocar el Corán durante esos días críticos porque se puede armar la de Dios; o la de Alá, vaya usted a saber. Sea como sea, vayan ustedes con Dios o con Alá o con quien les de la gana ir, pero vuelvan pronto que se les echa de menos.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Hello my friends!!!

No sé si tras una ausencia tan prolongada habrá alguien que aun recuerde a este pobre ser de plástico. Hola? Hay alguien ahí? En fin, me siento como Jean Baptiste Grenouille, el protagonista de "El Perfume" (como suele ocurrir... gran novela y espantosa película), abandonado, solo, rechazado por todos y maloliente como si me hubieran parido entre tripas de pescado (bueno, lo de maloliente es un decir porque uno tiene muchos defectos, pero el escaso aseo personal no se encuentra entre ellos). Sí, lo sé, soy demasiado dramático pero no tengo más remedio que intentar que ustedes (queridísimos amigos plasticosos) se compadezcan un poco de mi para que puedan perdonar el abandono al que ultimamente les tengo sometidos.
Podría mentir y asegurar que he pasado los dos últimos meses internado en un sanatorio mental, atiborrado de tranquilizantes y atado a la cama con unas correas de cuero (coño, no les parece un buen comienzo para un guión porno? Seguro que el padre de los nueve ya ha dejado volar su imaginación hasta esa habitación para incluir en el plano a dos enfermeras minifalderas, pechugonas y sin bragas); podría inventarme una enfermedad de Cipriano que me hubiera mantenido pegado a él tratando de calmarle los dolores; podría incluso contarles que desde hace dos meses dedico cada minuto del día que tengo libre a pasear con Adela (sí, es la psicóloga que me tiene loco), a olerle el pelo y enredar mis dedos en el pequeño remolino que tiene en la nuca, a hacerle el amor en el diván de su consulta, a compartir una buena botella de vino tumbados sobre la alfombra del salón y, como diría Don Joaquín Sabina, "a la orilla de la chimenea", pero... yo no he estado internado, ni Cipriano enfermo y Adela no me hace ni puto caso; por tener, no tengo una jodida chimenea ni una triste botella de buen vino que llevarme a la boca. En fin, que enarbolando la bandera de la sinceridad (práctica común desde el comienzo de esta vida plasticosa), les diré que lo que he intentado hacer durante estos dos meses de vacío ha sido desaparecer del mapa, pero no lo he conseguido.
Vamos por partes.
Como supongo que recordarán, tras el último desengaño sufrido por mi corazón, no tuve más remedio que arrastrarme hasta la consulta de Adela para que masajeara mi maltrecho ego con su maravillosa voz. Después de algo más de un mes visitándola a diario se podría decir que estaba perdidamente enamorado y aterradoramente arruinado, por lo que decidí pasar a la acción antes de verme tentado a atracar un banco o a presentarme a la alcaldía de Marbella para poder pagar los ochenta euros por sesión que me cobraba Adela. El último día de terapia ella me animó a coger el toro (es decir, mi vida) por los cuernos y lanzarme a hacer lo que me pidiera el cuerpo en cada momento; le hice caso y, casi antes de que terminara de hablar, le toqué una teta. Joder, qué mal rollo!!! Primero miró mi mano pegada como una "llámpara" a su pecho, luego buscó alguna explicación coherente en mi mirada y por último me soltó una hostia.

Cuando llegué a casa tuve claro que la única salida que me quedaba era empezar de cero, irme lejos, romper con todo, volver a "nacer" en otro lugar, entre otra gente, sin Jaimes, ni Katias, ni Leandras, ni Adelas, ni Ciprianos... Busqué en internet un vuelo barato de última hora a cualquier parte y preparé mi maleta. Nueva York me esperaba.
Una vez decidido mi destino, recordé una fotografía que en su día me habían hecho llegar las hermanas Cobo Fueyo (gracias chicas, sois dos joyas; "bebé" y "cuchi" son unos afortunados) tomada en U.S.A. en la que se puede ver a una especie de Dios plasticoso repleto de cientos y cientos de mis semejantes. Joder, en un país así seguro que encontraría mi hueco.
Como Adela me había dejado sin un puñetero duro, no tuve más remedio que recurrir a Cipriano y su caja fuerte.

Mi abuelo se negó a colaborar económicamente en mi particular "sueño americano" por lo que, cegado por una gran ilusión, decidí usar el alcohol para convencerlo y, tras media botella de coñac, ya se había meado encima (a su edad los esfínteres se controlan con dificultad) y había hecho decenas de rimas obscenas con los números mágicos que componían la combinación de su caja fuerte.

No se trataba de desplumarlo, pero necesitaba pagar el viaje y algo de dinerito para empezar mi nueva vida en la gran manzana.

Recordé a todas y cada una de las personas que habían formado parte de mi vida en los últimos tiempos y tuve claro que, quien más y quien menos, todos tenían algo que ver en mi decisión así que lo mejor era perderlos de vista cuanto antes; no había tiempo para despedidas, mi avión salía en pocas horas.

Creo que en el tiempo que llevamos compartiendo esta vida plasticosa nunca les había hablado del pánico que tengo a los aviones, no? Bueno, pues sí; confieso que me cago vivo. Por suerte, la pastillita empujada con el ron añejo en el bar del aeropuerto me ayudó a relajarme para soportar el vuelo lo mejor posible. Eso sin contar con la inestimable ayuda de Paul Auster y su última novela "Un hombre en la oscuridad" (cualquier momento compartido con mister Auster se convierte en algo delicioso. "El palacio de la luna", "Trilogía de Nueva York", "Tombuctú", "Brooklyn follies", "El libro de las ilusiones",... en fin, que si quieren disfrutar... ya saben).


En unas horas mi avión aterrizaba en el "J.F.K. Airport" y comenzaba mi nueva vida en la capital del mundo.

Como todo, hay vidas largas... y vidas cortas. La mía en Nueva York duró exactamente quince días; el tiempo justo para descubrir que en los EE.UU no había hueco para mi (ni siquiera dentro del enorme Dios plasticoso que acoge a todos sus pequeños hijos). Supongo que no estaban preparados para recibir un nuevo tipo de inmigrante de siete centímetros y medio, de plástico, fumador y vegetariano (al final Katia logró llevarme a su terreno "anticárnico"), bastante tienen los pobres norteamericanos con los hispanos, no creen? Aunque si no fuera por nuestros hermanos latinos... no sé quién cojones iba a limpiarles a estos señores toda su mierda; ah sí, claro, los negros. En fin... que yo tampoco estaba preparado para dejar de fumar, comerme sus porquerías, limpiar váteres y pagar diez dólares cada vez que me apeteciera una copa de vino. A estas alturas de la entrada...me voy a cagar en Frank Sinatra (D.E.P) y en "Bienvenido Mister Marshall". Olé, qué a gusto me he quedao!!

Supongo que se imaginarán que me di bastante prisa en comprar el billete de vuelta antes de que los vinitos de California (no puedo vivir sin un tinto, qué le voy a hacer) me dejaran en bancarrota.
Una vez en casa he dedicado varios días a rumiar mi fracaso y a tratar de luchar contra una depre que revolotea sobre mi cabeza como una especie de buitre acechando a su presa. Confieso que la victoria de Obama me ha ayudado a espantar al siniestro pajarraco, pero no tanto como la iniciativa de la página web de RTVE que volverá locos a los nostálgicos. Damas y caballeros, el "Un, Dos, Tres" ha vuelto desde el pasado!!! Joder, cómo hemos sido capaces de vivir todos estos años sólo con el recuerdo de Kiko Ledgard (y eso que yo soy de la generación de Mayra Gómez-Kemp), Don Cicuta y demás? Amigos dénse un viaje por el pasado, que les va a saber a gloria bendita: http://www.rtve.es/rtve/20081030/estrenamos-dos-tres/186034.shtml

Le he pedido perdón a Cipriano por el asalto a su caja fuerte y me ha mandado a la mierda; supongo que el enfado no puede durarle mucho más. También quiero disculparme con ustedes por mi ausencia y darles las gracias por no haberme olvidado. Es un placer saber que están ahí y, sobre todo, volver a un país en el que si nos sale de los cojones le pagamos 350.000 euros a un ladrón con pantalón sobaquero por una puta entrevista en la tele para hablar de su paso por la cárcel. Por ese precio, lo mínimo que puede contar es cómo un grupo de pandilleros le sodomizaban por turnos en las duchas mientras le obligaban a cantar "marinero de luces" con la boca llena (ustedes ya me entienden; no puedo evitar ser soez). En fin, aunque mi querida tele sea cada día más mierda... ustedes sonrían, que al final... "dientes, dientes, que es lo que les jode".

Thank you so, so, so much!!!

martes, 2 de septiembre de 2008

Plastic Circus

Damas y caballeros, niños y niñas, sean todos bienvenidos al circo de plástico!!! Fíjense cómo será el asunto que hasta he pensado en cambiar el nombre del blog y llamarlo "Plastic circus" que, a fin de cuentas, es en lo que se ha convertido mi vida: en un puñetero circo.
Confieso que siempre he odiado los circos; no puedo evitar que me depriman. Me produce angustia ver a un elefante de mirada triste arrodillarse para que una mujer rubia, con una raíz negra de medio metro y un traje al que le faltan el setenta por ciento de las lentejuelas que tenía originalmente, se suba a su lomo, o a unos leones a los que se les ha arrebatado su personalidad y su instinto a golpe de látigo y jaulas minúsculas. En fin, que el tema animales en el circo lo llevo francamente mal, los payasos me transmiten tanta tristeza como una estación de autobuses y el resto de personal que pulula bajo la carpa remendada me dan un bajón... Vaya, que si quiero pasarme una semana en la cama, con una bola de angustia instalada a la altura del pecho y sin ganas ni de levantarme a mear, sólo tengo que ir una tarde al circo; con lo cual, comprenderán que no me compensa.
Por cierto, antes de que Sarita (gracias por tu fidelidad) se lance como una loca a escribir un comentario ensalzando los maravillosos espectáculos del "Cirque du Soleil", he de confesar que gracias a ellos me he reconciliado con el "circo"; y lo pongo entrecomillado porque lo que ellos hacen no es el circo al que estamos acostumbrados (por desgracia), si no un auténtico espectáculo que nadie en su sano juicio debería perderse. Cualquiera de los montajes que tienen girando por todo el mundo merecen la pena; así que si algún día se encuentran ante las puertas del "Cirque du Soleil", no lo duden y "pasen y vean el mayor espectáculo del mundooooooo!!!"

Por cierto, ya que he hablado de animales, aprovecho para saludar a mi amiga Inés (tranqui chata que lo de animal no va por ti) y agradecerle publicamente los regalitos que me ha traído de su viaje a Portugal: un típico gallo (acorde a mi tamaño; todo un detalle), una botellita de vino y una toalla con un rizo buenísimo, buenísimo. Muito obrigado, señorita.

Bueno amigos, como les iba diciendo (justo antes de que ustedes pensaran: "de qué cojones está hablando?") mi vida se ha convertido en un circo, pero no de nivel, si no más bien de los que antaño paseaban por los pueblos a una mujer barbuda y a un embrión con malformaciones dentro de un bote de cristal lleno de formol. Todo es tan surrealista que empieza a darme miedo.

La tarde que había quedado con Jaime y Katia en mi casa tenía tantas cosas dando vueltas en mi cabeza que estuve a punto de volverme aún más loco. Para empezar me dediqué a elaborar todo lo necesario para llevar a cabo el plan A (tranquilos que finalmente no tuve cojones); deposité doce gotitas de cianuro en cada huequecito de la hielera, la rellené de agua y la metí en el congelador. Lo cierto es que lo había leído en una novela y me parecía una idea cojonudísima: por si acaso "los amantes de Teruel" no se fiaban de mi y creían que podría envenenarles con las bebidas... yo bebería exactamente lo mismo que ellos, pero sin hielo!! No es la hostia? La idea era tan brillante que me apetecía envenenarles más por llevar a cabo un plan ten genial que por pura venganza. En fin, que aunque no llegaría a cargármelos tuve la sangre fría y la paciencia de contar las doce gotitas para cada piedra de hielo mientras escuchaba "Last night", el último trabajo de Moby que les recomiendo encarecidamente, al igual que todo lo anterior que tiene publicado. Una buena idea sería entrar en "fnac" y llevarse todo lo que encuentren del músico de Nueva York. Por cierto, una visitilla a su web no les hará ningún daño (todo lo contrario): http://www.moby.com/

Bueno, pues tras el inciso cultureta, les contaré que, como me hacía mucha ilusión el tema del hielo decidí preparar otra bandejita de piedritas de agua congelada (no es por ser cursi; evito repetirme demasiado) con laxante en lugar de cianuro. Matarles era demasiado fuerte para mi enclenque conciencia, pero provocarles una cagalera... dios, qué placer sentía sólo de imaginarlo! Para redondear la jugada, y por si me decidía por el tema laxante, retiré el rollo de papel higiénico de su soporte y lo escondí junto con el de repuesto que suelo colocar en la repisa del baño (hay pocas sensaciones tan frustrantes como terminar de hacer tus cositas, levantar la tapa del soporte del rollo y encontrarte con el canutillo de cartón. Están ustedes de acuerdo conmigo o no?).

Por cierto, ahora que sale el tema del papel higiénico (lo siento pero hoy me ha quedado una entrada pelín escatológica) voy a colgar una foto que es una especie de regalo para los nostálgicos que ya han cumplido algunos añitos. Damas y caballeros, alguien recuerda el papel "Elefante"?

Tengo claro que no viviré lo suficiente para agradecerle a Tere esta reliquia que me hizo llegar después de uno de sus habituales viajes al pasado (sí, es un rollo tipo "Regreso al futuro" pero más de andar por casa; ya les contaré algún día).

Bueno, me centro en el tema. Con cinco minutos de diferencia Katia y Jaime llegaron a mi casa. La situación al principio era tensa e intenté romper la piedrita de agua congelada (mierda, creo que habría sido mejor repetir "hielo") bromeando con la posibilidad sugerida por mi idolatrado padre de los nueve de hacernos un trío, pero cuando ví la predisposición de Jaime no tuve más remedio que aclararle que no hablaba en serio. Sería incapaz de irme a la cama con Jaime, y no porque sea un tío o porque sea mi amigo (escrúpulos los justos), si no porque siempre ha sido... digamos pelín guarro. Con las pelusas que Jaime tiene en el ombligo un hamster podría hacer un nido para él y su camada; palabra de honor.
La cuestión es que, sin entrar en detalles de la conversación para no aburrirles, les di mi bendición y les deseé lo mejor si decidían empezar una relación, mientras preparaba tres coca-colas (una de ellas sin hielo, por supuesto).
No habían pasado ni veinte minutos cuando Katia, pálida como un muerto, se disculpó y nos aseguró que debía irse porque tenía una cita a la que no podía faltar (sospecho que debía entrevistarse urgentemente con la primera taza de váter que se le pusiera a tiro); Jaime, por su parte, tardó unos minutos más en notar los efectos del laxante pero, en un descuido mío, se coló en mi cuarto de baño y estuvo encerrado cerca de media hora. Confieso que me asusté pensando que quizás había confundido las bandejas de hielo. Cómo podría explicarle a la policía la presencia de un cadáver en mi baño?
Dejé de hacer cábalas cuando Jaime salió del aseo, más pálido aún que Katia, y se fue casi sin despedirse.
Cuando entré en el baño a colocar de nuevo el papel higiénico en su sitio el olor era insoportable y juro que deseé haberles dado el cianuro en lugar del laxante. Dice un refrán que "a falta de pan buenas son tortas" y al cabrón de Jaime no se le ocurrió nada mejor que sustituir el papel por la toalla de Portugal de mi amiga Inés con un rizo buenísmo, buenísimo. Con su permiso me voy a cagar (nunca mejor dicho) en su puta madre.
En fin, una vez más el idiota de Santi termina sus aventuras cornudo y apaleado (joder, lo único que me faltaba era empezar a hablar de mi mismo en tercera persona como Aída Nizar).

Por suerte creo que he encontrado el bálsamo que curará mis heridas. Al final acudí a la cita con la psicóloga que me había recomendado Matías. Cuando llegué a su consulta, me sonrió, me tendió la mano y me dijo que se llamaba Adela (no les parece un nombre precioso para una psicóloga de plástico?) Sólo espero tener valor para invitarla a cenar o a tomar una copa porque, por ahora, cada vez que tengo ganas de verla (que es demasiado a menudo), tengo que pagar ochenta euros por la consulta. Cipriano me dice que me saldría más barato irme de putas, y seguro que no se equivoca; de otras cosas no lo sé, pero de putas mi abuelo entiendo un rato (y si no me creen preguntenle al comandante Castillo). En fin amigos plastiblogeros, gracias por el apoyo, los consejos y la paciencia. Sin ustedes este circo se iría a pique, así que... pasen y vean siempre que gusten; tengan por seguro que serán bienvenidos.

lunes, 25 de agosto de 2008

Quiero ser un asesino en serie


Hola, amigos y amigas plasticosos. Hoy es un día más que especial para las fans de Matías (aún recuerdo comentarios escritos en este blog del tipo "es tan mono..."). En fin, que aunque en su día llegamos a las manos, tengo que confesar que se ha convertido en alguien cercano e importante en mi vida. Supongo que no hace falta que os recuerde que actualmente Matías es la pareja de mi ex-novia Leandra (vade retro, Satanás) y que además es mi compañero de trabajo, no? Bueno, pues incluso con ese historial, le he cogido mucho aprecio. Ya sé que andarse de confesiones con el tío que se cepilla a tu ex es un poco... vamos a decir raro, pero Leandra está tan perdida en mi memoria que el escozor que pudiera llegar a sentir por su traición no pasa de ser un ligero picor de huevos que se alivia con una discreta rascadita a través del bolsillo del pantalón. Vale, las metáforas nunca han sido lo mío pero ya sabes, Yeni, que me gusta ser un poco burro y soez a pesar de correr el riesgo de perder el poquito encanto que pueda tener.

Bueno, estoy empezando a dispersarme y lo mejor que puedo hacer es comenzar la casa por el tejado y darle coherencia a mi historia.

Los últimos días (desde la carta de Katia y la movida de la sandwichera del Alcampo) tengo, como dirían en "Cristal", "la moral por el piso y no me provoca platicar". Sí, qué pasa? Acaso soy el único que se tragó el jodido culebrón? De hecho, hace un par de años, apoyándome en el rollito "vintage" que está tan de moda, diseñé unas camisetas con el slogan: "Cristal y Luis Alfredo. Eternal love" en el pecho y una foto de "la beba de los Ascanio paraliticada" impresa en la espalda. Hace falta que les diga que no vendí ni una? Juro que no entiendo a la gente. Odio a todos esos hijos de puta que encumbran a personajes del tipo "chiquilicuatre" y que, a la primera de cambio, no sólo los olvidan si no que reniegan de ellos. Quién se acuerda a estas alturas del "crusaíto" o el "briquindans"? Lo único bueno de todo esto es que, al fin, David Fernández ha podido matar al puto personaje que le convirtió en el bufón de todos los españolitos durante varios meses. Hay que joderse; cómo está el país!!


Bueno, voy al grano porque todo esto me sirve para decirles que sí, que estoy muy depre y que se me nota; de hecho Matías lo ha captado al vuelo nada más verme entrar por la puerta de la oficina. No es que el tío sea un lince; más bien era evidente por mi aspecto desaliñado y las lágrimas que corrían por mis mejillas al encender mi ordenador y ver el salvapantallas con la foto de un servidor junto a Katia en un bonito día de playa que compartimos no hace demasiado tiempo.
El caso es que le conté a Matías toda la película y él tuvo claro que con quien debía hablar, sin dejar pasar más tiempo, era con Jaime, a fin de cuentas él es mi mejor amigo y, aunque no tuviera demasiadas ganas de enfrentarme a él cara a cara para tratar el tema, debía hacer un esfuerzo por salvar una amistad que se remonta casi hasta nuestra más tierna infancia.
Estoy seguro que Jaime ha entrado en el blog y ya sabe de la existencia de la famosa carta de Katia; imagino que, precisamente por eso, no ha dado señales de vida desde hace unos días. También le conté que lo que realmente me pedía el cuerpo era cargarme a Jaime, a Katia, a su mono tití y a todo ser plasticoso que se cruzara en mi camino. Me imagino a mí mismo portando un lanzallamas y derritiendo sus cuerpecitos hasta dejar pegado sobre el suelo un negro bulto informe que no recuerde en nada lo que había existido antes de que el fuego hiciera su trabajo.
Después de esta última confesión, Matías rebuscó en el cajón de su mesa y me tendió una tarjeta de visita de una amiga suya que según él "es muy buena psicóloga y puede echarte una mano con tu problema". Pero qué coño problema? Querer matar a todos es un problema? Si pretendiera comerme sus cadáveres, disecarlos o, incluso, hacerme un traje con sus pieles de plástico... podría entender que necesito ayuda de algún loquero (vale, ya sé que los psicólogos no son loqueros), pero yo sólo quería cargármelos sin más; como todos estos que salen a diario en la tele, nada escandaloso; unos simples crímenes que ocupen tres minutos de un informativo y punto. Aunque pensándolo bien... ya de hacerlo, mejor que fuera a lo grande, no?


Desde la oficina hice una serie de llamadas: la primera a la amiga de Matías (me ha citado para dentro de tres días en su consulta), la segunda a Jaime y la tercera a Katia; con ellos he quedado esta tarde en mi casa, pero ninguno de los dos sabe que el otro estará allí. Para arreglar las cosas será mejor que estén presentes ambos y, si por el contrario, decido cargármelos... para mi también será más cómodo matar dos pájaros de un tiro dentro de la misma jaula, no creen? En fin, amigos míos, que todo depende del punto que me dé cuando entren por la puerta. Por lo que pueda pasar tengo trazados dos planes; el plan A (trataré que sea éste el que finalmente se lleve a cabo) mucho más amable y conciliador, y un posible plan B del que no puedo hablarles por miedo a que, llegado el caso, este blog pudiera ser utilizado en mi contra en un hipotético juicio por asesinato.
Lo único que le falta a mi vida de plástico son un par de crímenes. En fin, queridos amigos, espero poder contarles una bonita historia en nuestro próximo encuentro blogero y no un relato cruel y sangriento; pero nunca se sabe. "Quid pro quo, Clarice".