Sí, ya lo sé; desde que empecé a asomar mi cabeza por este espacio plasticoso nunca habían transcurrido más de dos o tres días sin que tuvieran noticias mías (tranquila Yeni que sigo vivo), pero no he tenido lo que se dice una buena semana y me ha resultado complicado acercarme a este mundo virtual en el que vivo (sin vivir en mí). Bueno, la cuestión es que en el curro parece que alguien me ha colgado un cartelito invisible (sólo para mis ojos, no para los del resto) en el que puede leerse: "tóquenme los cojones, no se corten". El jefe, mis compañeros, el segurata de la entrada..., todos parecen haberse puesto de acuerdo para que esta semana me haya visto en la obligación de desear su muerte y la de todos sus seres queridos unas trescientas veinticuatro veces al día. Hijos de puta, a joderse y a pudrirse empapados en sudor (también esta semana se ha jodido el aire acondicionado en la oficina) mientras yo me preparo para irme de VACACIONES!!!!
Aunque, sinceramente, no sé muy bien por qué lo escribo en mayúsculas. Los días que me esperan de descanso perderé de vista a las lombrices intestinales con las que trabajo a diario (vale, salvaré a Matías para que sus fans no me machaquen), pero me veré inmerso en una especie de patética secuela de "la parada de los monstruos".

En fin, no voy a adelantar acontecimientos y trataré de ser lo más positivo posible frente a la perspectiva de mis vacaciones familiares. Es más, ahora mismo voy a poner en mi "tocadiscos" (no puedo evitar ser un fan de los "vinilos"; supongo que siendo ambos de plástico existe cierta conexión espiritual) un "single" de "Fórmula V" que se llama "Vacaciones de verano" mientras hago mi maleta y la de Cipriano. Supongo que para muchos la imagen es patética, no? Para mi también lo es, pero llega a tal punto de cutrerío que no puedo evitar disfrutar. Me pasa algunas veces: las cosas horribles me producen cierto placer (sólo hace falta recordar a Leandra o la programación de "Galavisión", el canal de las estrellas). Viva "FórmulaV"!!! Vacacione de verano para mí, caminando por la arena junto a ti....

Bueno, señores, que me lío y al final esto se convierte en un puto coñazo. Para los sádicos que quieran saber los detalles de mi terrible semana... os jodéis porque no tengo tiempo ni ganas; os diré, eso sí, que lo más fuerte ha sido la compra de un coche nuevo y el consiguiente desembolso económico con el que no contaba y que me habría dejado temblando si mi abuelo no hubiera colaborado con los ahorros que destina a sus "masajes" (dos veces por semana recibe la visita de una travesti filipina que descubrió en las páginas de no sé qué periódico; por pudor no contaré lo que he oído en esa casa durante la hora que dura el "trabajito", allá cada uno con sus vicios. Olé tus cojones, Cipriano).

Y para los cotillas que quieran saber cómo va el tema con Katia os diré que ayer vino a casa con unos döner kebab (buenísimos, por cierto. Mil gracias a Waseem y Eric por los mejores kebab de Oviedo; están en la calle oscura y merece la pena hacerles una visitilla. Buena gente y buena comida!) y un par de dvd's de su amiga Odile, una loca del cine que consiguió emocionarnos desde la pantalla de la tele; incluso Cipriano se quedó embobado con los trabajos de mademoiselle Magniez (dos momentos super deliciosos: "Como la arena" y "Nací en otoño" de Odile Magniez. Si alguien quiere disfrutar de verdad que me mande un mail y le cuento como hacerse con las pelis).


La cuestión es que cuando llegó Katia, Jaime y yo ya éramos los reyes del merendero y nos habíamos tomado unas cuantas botellas de sidra (sí amigos, para matar del todo el poco glamour que nos rodeaba... pedimos una de aceitunas y una bolsa de cacahuetes!!! Joder, si Nieves Álvarez estuviera muerta, se revolvería en su tumba). 






Señoras y señores, como siempre... es un placer su virtual y plasticosa compañía; que pasen un buen día.
Joder, "quién me pone la pierna encima para que no levante cabeza? Quién?!?!?", que dijo en su día el gran Jorge Berrocal (el "bosnio") para gozo y disfrute de los más de trece millones de espectadores que vivimos en directo la primera expulsión de la casa de Guadalix de la Sierra. "La audiencia ha decidido que debe abandonar la casa... María José Galera" (coño, qué momento! Todavía se me ponen los pelillos de plástico de punta al recordarlo).
A las 5 en punto mi abuelo llegó a casa en una silla de ruedas empujada por una enfermera rubia (quizás la propietaria del culo que perseguía cuando se cayó de bruces) que lo soltó como quien suelta el carro de la compra después de recuperar los cincuenta céntimos.
Después de relatarme el percance como quien rememora una batalla contra los nazis en plena guerra mundial, le pregunto, dando algún que otro rodeo, hasta qué punto está impedido. Mi abuelo no es gilipollas y me capta al vuelo: "Si piensas que me voy a dejar limpiar el culo por ti, vas listo". Respiro hondo y, en silencio, agradezco a los dioses del universo evitarme esa labor y esas imágenes capaces de traumatizarme de por vida. En fin, parece que la cosa no va a ser demasiado complicada; y serán, a lo sumo, quince o veinte días.
El caso es que con mi abuelo en casa estaré un poco más atado que de costumbre pero, por lo pronto, esta noche le dejaré algo preparado para la cena, lo aparcaré frente a la tele con el mando a distancia en una mano y una botella de cognac en la otra y me iré al teatro (hace más de un mes que tengo las entradas y no estoy dispuesto a perderlas; y además ya he quedado). En principio pensé en invitar a Katia (no sólo en agradecimiento por su invitación al "Rock in Río", si no también porque su compañía me resulta muy estimulante), pero esta mañana en la oficina, movido por los últimos coletazos que daba mi maltrecha conciencia, decidí planteárselo a Matías y, de este modo, fumar juntos la pipa de la paz disfrutando de "Els joglars". Cuando me acerqué a su mesa se puso en pié y cerró los puños en actitud amenazante, pero cuando le tendí la entrada y le conté el plan... no pudo negarse (reconozco que he sido un poco insistente porque el tío no se fiaba de la transparencia de mi oferta). No sé si ha sido una buena idea; espero que sí. Si tuviera unos dedos prensiles (sigo maldiciendo a mi Creador cada vez que me miro las manos), sería capaz de dar cualquiera de mis meñiques por ver la cara de Leandra al enterarse que Matías y yo nos íbamos juntos al teatro. Ya no te odio, Leandrita, pero soy tan rencoroso que sería capaz de tirarme a Matías sólo por el gusto de pagarte con la misma moneda. En fin, no creo que lo haga; el lunes, si nada lo impide, os sacaré de dudas. Por cierto, si alguien quiere una especie de mascota de ochenta años en silla de ruedas... no tiene más que decirlo.
Después de un poquito de alcohol y de muchas tonterías dichas, la única que se quedó conmigo y se metió en mi cama y no abandonó mi cabeza, fue la más grande de todas: "pues yo no sé qué coño estás esperando para darle dos hostias a ese cabrón". Por supuesto el autor de la frase fue Jaime y la repitió tantas veces que se grabó a fuego en mi mente.

Lo siento de veras; siento haberle hecho caso a Jaime (una vez más) y siento haberme comportado como una mala bestia. Eso sí, con cada golpe que le daba se iba, poco a poco, el peso de los cuernos y la mala hostia que me comía por dentro. Ahora lo que siento es remordimiento pero como suele decirse... "no hay mal que cien años dure".
Como comienzo no estaba nada mal, pero lo que realmente iba a aguarme el fin de semana aún estaba por llegar.

Bien, dejaré aquí el tema para no ponerme demasiado escatológico (en ese terreno me doy miedo a mi mismo) y trataré de distraer mi mente para ver si de este modo consigo apaciguar a los jodidos retortijones.
Resumiendo: me dijo que ya no sentía nada por mí, que aunque yo no hubiera notado nada ella había ido distanciandose poco a poco, que le jodía hacerme daño, pero... En fin, bla, bla, bla, bla... Eso era precisamente lo que yo escuchaba mientras ella se deshacía en explicaciones y excusas; un parloteo constante que no hizo otra cosa más que relajarme y confirmarme que, en muchas ocasiones, se pierde para ganar. Yo era como la Selección, había ganado; tenía a mi contrincante al otro lado del teléfono y sólo necesitaba colgar para poder levantar triunfante la copa de la victoria. En cuanto pude corté su acelerado monólogo para despedirla con la excusa de la siesta; le deseé lo mejor (de mentira, por supuesto; una cosa es ser educado y digno y otra muy distinta es ser gilipollas) y colgué. Colgué para siempre con la certeza de que Leandra era historia.
Mientras nos tomábamos las cervezas y Linda Lovelace se dedicaba a las labores que la hicieron famosa en los setenta, mi cabeza estaba en otro lugar; un lugar donde no había Leandras, ni Katias, ni Lindas, ni Jaimes, ni cervezas; el lugar donde uno se encuentra justo antes de nacer, de llegar al mundo, de empezar la vida. 