viernes, 25 de julio de 2008

Bon Voyage

Sí, ya lo sé; desde que empecé a asomar mi cabeza por este espacio plasticoso nunca habían transcurrido más de dos o tres días sin que tuvieran noticias mías (tranquila Yeni que sigo vivo), pero no he tenido lo que se dice una buena semana y me ha resultado complicado acercarme a este mundo virtual en el que vivo (sin vivir en mí).

Bueno, la cuestión es que en el curro parece que alguien me ha colgado un cartelito invisible (sólo para mis ojos, no para los del resto) en el que puede leerse: "tóquenme los cojones, no se corten". El jefe, mis compañeros, el segurata de la entrada..., todos parecen haberse puesto de acuerdo para que esta semana me haya visto en la obligación de desear su muerte y la de todos sus seres queridos unas trescientas veinticuatro veces al día. Hijos de puta, a joderse y a pudrirse empapados en sudor (también esta semana se ha jodido el aire acondicionado en la oficina) mientras yo me preparo para irme de VACACIONES!!!!

Aunque, sinceramente, no sé muy bien por qué lo escribo en mayúsculas. Los días que me esperan de descanso perderé de vista a las lombrices intestinales con las que trabajo a diario (vale, salvaré a Matías para que sus fans no me machaquen), pero me veré inmerso en una especie de patética secuela de "la parada de los monstruos".

En fin, no voy a adelantar acontecimientos y trataré de ser lo más positivo posible frente a la perspectiva de mis vacaciones familiares. Es más, ahora mismo voy a poner en mi "tocadiscos" (no puedo evitar ser un fan de los "vinilos"; supongo que siendo ambos de plástico existe cierta conexión espiritual) un "single" de "Fórmula V" que se llama "Vacaciones de verano" mientras hago mi maleta y la de Cipriano. Supongo que para muchos la imagen es patética, no? Para mi también lo es, pero llega a tal punto de cutrerío que no puedo evitar disfrutar. Me pasa algunas veces: las cosas horribles me producen cierto placer (sólo hace falta recordar a Leandra o la programación de "Galavisión", el canal de las estrellas). Viva "FórmulaV"!!! Vacacione de verano para mí, caminando por la arena junto a ti....

Bueno, señores, que me lío y al final esto se convierte en un puto coñazo. Para los sádicos que quieran saber los detalles de mi terrible semana... os jodéis porque no tengo tiempo ni ganas; os diré, eso sí, que lo más fuerte ha sido la compra de un coche nuevo y el consiguiente desembolso económico con el que no contaba y que me habría dejado temblando si mi abuelo no hubiera colaborado con los ahorros que destina a sus "masajes" (dos veces por semana recibe la visita de una travesti filipina que descubrió en las páginas de no sé qué periódico; por pudor no contaré lo que he oído en esa casa durante la hora que dura el "trabajito", allá cada uno con sus vicios. Olé tus cojones, Cipriano).

Y para los cotillas que quieran saber cómo va el tema con Katia os diré que ayer vino a casa con unos döner kebab (buenísimos, por cierto. Mil gracias a Waseem y Eric por los mejores kebab de Oviedo; están en la calle oscura y merece la pena hacerles una visitilla. Buena gente y buena comida!) y un par de dvd's de su amiga Odile, una loca del cine que consiguió emocionarnos desde la pantalla de la tele; incluso Cipriano se quedó embobado con los trabajos de mademoiselle Magniez (dos momentos super deliciosos: "Como la arena" y "Nací en otoño" de Odile Magniez. Si alguien quiere disfrutar de verdad que me mande un mail y le cuento como hacerse con las pelis).

Así que, después de una semana caótica, la noche de ayer mereció la pena. Hoy, en cuanto salga de la cueva infernal en la que trabajo, me tomaré tres o cuatro copas y empezaré mis vacaciones. Necesito el alcohol para subirme al avión (no me llamen cobarde, el miedo es algo irracional) y para soportar a la extraña familia que (sin ningún tipo de pretensión por mi parte) hemos acabado por formar. Me consuela pensar que la vuelta será por carretera (sólo había pasta para vuelos de ida) y que diez días pasan volando.
No se vayan lejos y espérenme. A mi regreso se lo contaré todo con pelos y señales. Prometido.

jueves, 17 de julio de 2008

Vacaciones en familia


Es increíble la facilidad con la que cualquiera puede destrozar tus recuerdos. Justamente ahora estaba recordando la maravillosa canción "Pasa la vida" de Pata Negra (parece que les estoy viendo tocando sus guitarras en la terracita de la peli "Bajarse al moro"), cuando mi mente ha tenido que joderme la visión plantando frente a mí el recuerdo de la misma canción interpretada por Mª Teresa Campos como careta de uno de sus abominables programas de televisión. Claro que, eso es espantoso pero, peor aún es seguir hilando recuerdos; al final una cosa te lleva a la otra: de la Campos a Terelu, de Terelu a Pipi, de Pipi al pipón, del pipón a Lucía Lapiedra... y así podría seguir casi hasta el infinito. Lo veis? Lo que comenzó siendo algo maravilloso... ha terminado por pudrirse, y todo por culpa de la Campos (quién cojones le daría permiso para cargarse de golpe una canción y mis recuerdos? Tú también arderás en el infierno aunque tus piernas tipo pegollo de hórreo se empeñen en correr en dirección contraria).
En fin, que había comenzado la entrada con buen rollito... y al final esta panda de cabrones me han jodido bien.

Bueno, la intención era aprovechar el título de la canción de Pata Negra, para hablar sobre el paso del tiempo y las vueltas que dan nuestras vidas en periodos tan cortos, que apenas tenemos tiempo para asimilar la primera vuelta y ya estamos echando la pota por el mareo que nos provocan las treinta siguientes. Pues sí, amigos, nos hacemos mayores aunque algunos (léase Jaime) se nieguen a reconocerlo.
Ayer me fui con él a un merendero sin glamour (como todos los merenderos, por otra parte), pero yo no soy un tipo glamouroso y no me dejo caer por ese tipo de lugares para encontrarme con la Preysler o Nati Abascal (y eso que a Nati, si hay alcohol cerca, es difícil no encontrarla), si no para tomarme unas botellas de sidra en buena compañía. Precisamente por eso (por lo de la buena compañía), cuando Jaime me propuso el plan, hice una llamadita a Katia para que se viniera con nosotros. Jaime es un tío de puta madre pero cuando empieza con el rollo de "yo quiero a todo el mundo..." (en el fondo todos los borrachos se parecen, no?) me da un bajón del carajo, y si al menos está Katia... todo es más llevadero.

La cuestión es que cuando llegó Katia, Jaime y yo ya éramos los reyes del merendero y nos habíamos tomado unas cuantas botellas de sidra (sí amigos, para matar del todo el poco glamour que nos rodeaba... pedimos una de aceitunas y una bolsa de cacahuetes!!! Joder, si Nieves Álvarez estuviera muerta, se revolvería en su tumba).

Supongo que fueron los efectos de la maravillosa bebida lo que me hizo creer que lo que venía colgado de la mano de Katia era un mono tití (confieso mi pasión por toda clase de primates), pero me equivocaba; era un niño (confieso mi repulsión por toda clase de niños) y, para más cojones, pelirrojo!! Vale, Berto, ya sé que son supercherías y gilipolleces, pero aún tenía muy reciente el episodio del coche; tienes que entenderme.


Al final, éso precisamente es lo que tiene la vida: que pasa. Pasan los días, las semanas, los meses..., pasan los años y cuando han transcurrido seis de estos últimos, cabe la posibilidad de que, alguien que aterriza directamente desde el pasado, venga acompañada por un pelirrojo de cinco años que perfectamente puede ser su hijo.
Me pregunto si no debería habérmelo dicho. No sé, supongo que si yo tuviera gonorrea se lo habría comentado antes de acostarme con ella, no? Ya, ya sé que la gonorrea no es comparable a un hijo pero... coño, no tenía ni idea y es que, ahora que lo pienso, es más fuerte tener un hijo que tener gonorrea! De un día para otro (esa es la sensación que yo tengo) Katia se ha convertido en madre!! Joder, qué fuerte. En fin, ella tiene su propio monito tití de cinco años y yo sigo tratando de escaparme de la madurez a golpe de sidra.

Imagino que todas las botellas verdes que nos rodeaban al final de la tarde tuvieron algo que ver en el hecho de que aceptara su proposición: una semana de vacaciones en Cádiz. "Y el niño?" le pregunté mientras acariciaba su mata de pelo rojo tratando de inmunizarme por si en el futuro me topaba con más seres con la misma genética (alguien sabe por qué proliferan ultimamente? estarán tramando algo?). "Al niño le encanta la playa" me contestó.

Bien, pues si se trata de vacaciones familiares... no tendré más remedio que llevarme a mi abuelo. A él también le gusta la playa, pero tendré que contar con ayuda para tirar de la silla de ruedas (en la arena, moverla es la hostia); Jaime me mira como si fuera un cachorrito abandonado y no puedo más que pedirle que vaya haciendo las maletas y preparando su estómago para la fritanga gaditana. Pobre Jaime, si pudiera mover el rabo y saltar alrededor nuestro, sin duda lo haría, pero el tío tiene cierto amor propio (poquito, pero el suficiente) y se limita a escanciar unos culinos de sidra para todos.

Nada más llegar a casa le doy la cena a Cipriano y me encierro en mi habitación. Necesito hacer un pequeño viaje en el tiempo. Me abrazo a mi oso de peluche (me acompaña desde que era niño) y, como las canciones de "Parchís" tardan la hostia en descargarse del emule, decido relajarme con cualquiera de los discos de Morcheeba que ocupan un lugar privilegiado en mi discoteca particular. Creo que necesito asimilar lo que va a ocurrirme dentro de una semana.

No estoy muy seguro de que el plan sea de mi agrado; de hecho pienso que lo mejor habría sido negarme a formar parte del circo de plástico (sólo nos falta la mujer barbuda y el hombre elefante) y decirle a Katia que si se quiere ir de vacaciones en plan familia feliz que se busque a otro, que yo me quedo en mi casa. Será demasiado tarde para echarme atrás? En fin, no sé qué voy a hacer, pero ahora que ya he meado hasta la última gota de sidra ingerida a lo largo de la tarde, tengo claro que lo que no quiero es atravesarme el país de punta a punta con mi abuelo, mi amigo, mi ligue y un mono tití de cinco años (y pelirrojo). Si hubiera alguna forma de conseguir librarme de los tres personajes que me sobran en esta historia... (léase abuelo, Jaime y mono), otro gallo cantaría. Cádiz con Katia puede ser la hostia, pero con el resto de la "troupe"... Vaya, que es igualito que sentarse en la terracita de "Bajarse al moro" para escuchar a Pata Negra con una cañita en una mano y un porro en la otra o asistir de público a un programa de la Campos; ni punto de comparación, no creen? Pues eso.

lunes, 14 de julio de 2008

Los pelirrojos dan mala suerte!!

Que si soy un tipo supersticioso? Pues verán, desde el pasado viernes no tengo otro remedio que serlo. Hasta donde ustedes saben, todo había ido sobre ruedas (este es un guiño a mi abuelo y su nueva sillita): Cipriano aparcado frente a la tele con el mando a distancia y el cognac y yo en mi coche, camino de casa de Matías y con dos entradas para "Els joglars" en el bolsillo.

A las ocho en punto llegamos a Gijón (como es costumbre en mí) sin una gota de gasolina en el depósito, por lo que decido repostar antes de que el coche se muera por inanición. Nada más aparcar junto al surtidor mi mirada se desvía (debería haberme quedado ciego en ese preciso instante) hacia el coche que está repostando a mi lado. El tío era tan pelirrojo que daba dentera. Era de este tipo de personas con el pelo de un naranja tan intenso que molesta a la vista, el cutis extremadamente blanco y la cara llena de pecas que, aunque trates de evitarlo y para desagrado de tu estómago, tu mente se empeña en imaginárselas en pelotas (aaaggggghhhhhh!!).

Supongo que estaréis pensando que me estoy ensañando con los pelirrojos; yo también lo pensaría si no hubiera estado en aquella gasolinera y Matías no me hubiera dicho: "Mira que tío más pelirrojo! Coño, con la mala suerte que traen".

"¿Mala suerte?". Eso fue exactamente lo último que dije antes de que el "oxidado" nos fulminara con la mirada y la mitad de la llave de mi coche se quedara dentro del contacto. Miré alternativamente la media llave en mi mano, la cara de Matías y el mapa lleno de pecas que me observaba desde el otro lado de la ventanilla. Pero qué coño había pasado? Volví a introducir la llave en el contacto y la giré cruzando mentalmente los dedos (no quiero ser pesado, pero ya sabéis que físicamente para mí no existe esa posibilidad. Jodido Creador de mierda!!). En ese momento el ruido del motor me sonó infinitamente mejor que cualquiera de las canciones del último disco de Najwajean (que ya es decir!. Otro momento delicioso: Najwajean, "Till it breaks"; haganme el favor de no perderselo). Bueno, el contacto funcionaba; ahora necesitaba saber si la medio-llave sería capaz de abrir el depósito de la gasolina. Vamos, ánimo chicos, se admiten apuestas!!

Estaba claro, verdad? El puto pelirrojo se piró en su coche (rojo, por cierto; que hay que tener cojones para tener ese físico y comprarte un coche rojo) y nosotros nos quedamos con el gasolinero que después de varios intentos dejó la puta cerradura por imposible. Hasta dónde podíamos llegar con las cuatro gotas que debía haber pegadas a las paredes del depósito era una incógnita que no tendríamos más remedio que despejar antes o después.

Decidimos aparcar cerca del teatro y olvidarnos del problema del coche durante las casi dos horas que dura "La cena", última obra de los siempre geniales "Els joglars". Personalmente me quedo con "Dalí" o "En un lugar de Manhattan" aunque, sin lugar a dudas, "La cena" también merece la pena. Mi amigo Pablo (que de escenarios sabe un rato) asegura que "El retablo de las maravillas" es una auténtica maravilla (y valga la redundancia). En fin, que verles sobre las tablas es, y será siempre, un verdadero placer.


Bueno, pues encantados con los chicos de Albert Boadella, salimos del teatro y nos fuimos en busca del coche. Se acababa de romper el hechizo; con los últimos aplausos en el Jovellanos, nuestra carroza se había convertido en calabaza y la realidad volvía a ponernos entre la espada y la pared.

Llovía a cántaros cuando nos metimos en el coche y emprendimos el viaje de vuelta que debía llevarnos directamente hasta nuestras casas, pero que nos dejó exactamente en mitad de la puñetera autopista.

Esperamos una hora y cuarto a que llegara la grúa y matamos el tiempo haciéndonos unas pajillas, pero sin mariconadas, sólo por aburrimiento. Que no, padre de los nueve, que es una broma plagiada al abominable "Torrente" (por qué nadie mató a Santiago Segura después del rodaje de "El día de la bestia"? Todos habríamos salido ganando). Además un contacto físico de esa envergadura (sí, he elegido la palabra con toda la intención) con la actual pareja de mi exnovia es, cuando menos... pelín raro, no? En fin, que lo que hicimos fue hablar (civilizadamente) del tema que nos había llevado a acabar a hostias. Después de la charla sentí pena por Matías; él se había llevado la peor parte: las hostias y a Leandra.


Cuando la grúa nos dejó por fin en el centro y se llevó mi coche al taller, Matías insistió en invitarme a una copa. Acepté con la condición de que sólo fuera una; era un poco tarde y tenía que acostar al abuelo Cipriano; eso si no me lo encontraba fiambre en su silla de ruedas por una sobredosis de cognac o de "Dónde estás corazón?".

En fin, que esa noche aprendí varias cosas: que los pelirrojos dan mala suerte, que la carne humana tiene cierto regusto a carajillo (guiño para los espectadores de "La cena") y que la combinación silla de ruedas, botella de cognac y casa con el pasillo estrecho da como resultado una tremenda meada que tienes que limpiar antes de irte a la cama porque si no te jode el parquet de por vida.

Señoras y señores, como siempre... es un placer su virtual y plasticosa compañía; que pasen un buen día.

viernes, 11 de julio de 2008

Quién me pone la pierna encima?

Damas y caballeros, ante todo me gustaría darles las gracias por el apoyo recibido, por su comprensión y sus cariñosas reprimendas. Después de la tempestad del pasado miércoles, parecía que al fin había llegado la calma; digo "parecía" porque, como suele ocurrirme habitualmente, cuando todo parece empezar a encauzarse... zas!

El sonido del teléfono me obliga a abandonar el sillón, el vasito de gazpacho y los poemas de Ángel González (gracias Pui por regalarme no sólo un libro, si no un momento delicioso. Si alguien quiere vivirlo... "Nada grave", Ángel González. Editorial Visor).

La llamada que recibo es de la residencia geriátrica en la que vive mi abuelo Cipriano. Según me cuentan, en su afán de perseguir a las enfermeras para tocarles el culo, tuvo un pequeño percance en el jardín y se ha hecho un ligero esguince. Cojonudo! Si quiero que le atiendan en la propia residencia debo pagar una especie de suplemento hasta que pueda valerse por sí mismo o por el contrario... yo tengo que hacerme cargo.

Joder, "quién me pone la pierna encima para que no levante cabeza? Quién?!?!?", que dijo en su día el gran Jorge Berrocal (el "bosnio") para gozo y disfrute de los más de trece millones de espectadores que vivimos en directo la primera expulsión de la casa de Guadalix de la Sierra. "La audiencia ha decidido que debe abandonar la casa... María José Galera" (coño, qué momento! Todavía se me ponen los pelillos de plástico de punta al recordarlo).



A las 5 en punto mi abuelo llegó a casa en una silla de ruedas empujada por una enfermera rubia (quizás la propietaria del culo que perseguía cuando se cayó de bruces) que lo soltó como quien suelta el carro de la compra después de recuperar los cincuenta céntimos.
Cipriano es un tipo majete pero tenerle en casa... y en silla de ruedas... me provoca un ardor de estómago que ni las decenas de "almax" que engullo de la mañana a la noche pueden sofocar. Al menos es algo temporal; mi situación económica no me permite pagar más de lo que ya pago al mes por la residencia, con lo cual... era la única solución, pero en cuanto el hombre ponga el pié en el suelo... cagando hostias para "Happy Güelos" (el proyecto surgió como una residencia bilingüe, pero se quedó en nada).

Después de relatarme el percance como quien rememora una batalla contra los nazis en plena guerra mundial, le pregunto, dando algún que otro rodeo, hasta qué punto está impedido. Mi abuelo no es gilipollas y me capta al vuelo: "Si piensas que me voy a dejar limpiar el culo por ti, vas listo". Respiro hondo y, en silencio, agradezco a los dioses del universo evitarme esa labor y esas imágenes capaces de traumatizarme de por vida. En fin, parece que la cosa no va a ser demasiado complicada; y serán, a lo sumo, quince o veinte días.

El caso es que con mi abuelo en casa estaré un poco más atado que de costumbre pero, por lo pronto, esta noche le dejaré algo preparado para la cena, lo aparcaré frente a la tele con el mando a distancia en una mano y una botella de cognac en la otra y me iré al teatro (hace más de un mes que tengo las entradas y no estoy dispuesto a perderlas; y además ya he quedado). En principio pensé en invitar a Katia (no sólo en agradecimiento por su invitación al "Rock in Río", si no también porque su compañía me resulta muy estimulante), pero esta mañana en la oficina, movido por los últimos coletazos que daba mi maltrecha conciencia, decidí planteárselo a Matías y, de este modo, fumar juntos la pipa de la paz disfrutando de "Els joglars". Cuando me acerqué a su mesa se puso en pié y cerró los puños en actitud amenazante, pero cuando le tendí la entrada y le conté el plan... no pudo negarse (reconozco que he sido un poco insistente porque el tío no se fiaba de la transparencia de mi oferta). No sé si ha sido una buena idea; espero que sí. Si tuviera unos dedos prensiles (sigo maldiciendo a mi Creador cada vez que me miro las manos), sería capaz de dar cualquiera de mis meñiques por ver la cara de Leandra al enterarse que Matías y yo nos íbamos juntos al teatro. Ya no te odio, Leandrita, pero soy tan rencoroso que sería capaz de tirarme a Matías sólo por el gusto de pagarte con la misma moneda. En fin, no creo que lo haga; el lunes, si nada lo impide, os sacaré de dudas. Por cierto, si alguien quiere una especie de mascota de ochenta años en silla de ruedas... no tiene más que decirlo.

Buen fin de semana para todos!

miércoles, 9 de julio de 2008

Ego te absolvo...

Si fuera una persona creyente, ahora mismo estaría perdiendo el culo por entrar en una iglesia y arrodillarme (lo digo de coña, todos conocéis mis limitaciones) ante un confesionario relleno (con cura dentro, quiero decir), para liberarme del peso que está aplastando mi conciencia. Siento como si tuviera una enorme bola de miga de pan justo a la altura de mi pecho que me impide respirar con normalidad. En fin, que no estoy bien; pero como no tengo la suerte de ser católico... pues me jodo. Cuando era pequeñito (aún más que hoy en día) tuve algún contacto con el mundillo religioso (colegio de curas, señores!!!!) y aprendí que si confiesas tus pecados y el arrepentimiento es de corazón Dios no puede negarte su perdón; vaya, que puedes pegar a tu mujer, violar a la vecina del quinto o escupirle en la cara a un magrebí porque viene a quitarnos el trabajo pero, si sabes arrepentirte... Bingo!!!! Te has ganado el cielo, hermano. La clave es el arrepentimiento que, como casi todo en esta vida, también se puede entrenar.

Bueno, todo este rodeo que estoy dando es para terminar comentando que para mi lo más parecido a un confesionario es este blog y que cualquiera de los blogeros plasticosos podría hacer las veces de cura (sobre todo el padre de los nueve) para escuchar mi humilde confesión.

El lunes por la tarde y después de enterarse de la movida de la barbacoa (por favor, quién osa decir que no tiene glamour el chorizo criollo??), apareció el personaje menos indicado para este capítulo de la serie de mi vida. Jaime es un tío de puta madre, pero es un macarra. Mi madre aún hoy en día me advierte que tenga "mucho cuidado con las compañías, hijo"; para ella Jaime es precisamente eso: una mala compañía. Para mí, además de eso (aunque quisiera no puedo negar la evidencia), es muchas más cosas; y le quiero.

La cuestión es que Jaime me llama y me propone (oh, qué novedad) un pedo para olvidar. Estoy hasta los cojones de pillarme pedos y, sobre todo, de olvidar, pero aún así nos vemos a las siete y media en el "Clavel 8" (por cierto, un puntazo las tapitas).

Justo cuando salía por la puerta de casa suena el teléfono. La voz de Katia me reconforta, no voy a negarlo. No sé realmente qué tengo con ella (si es que tengo algo), pero cuando estamos juntos siento la emoción del adolescente que aún vive dentro de mí y se niega a abandonar mi cuerpo; el día menos pensado tendré que llamar al padre Karras para que me practique un exorcismo y pueda, por fin, convertirme en un hombre hecho y derecho.

En fin, vamos al lío; le cuento el plan a Katia y se apunta (yo creo, modestia aparte, que le gusto). Unos vinos, unas cañas, unas tapitas (gracias de nuevo por las tapitas!) y el tema estrella, cómo no. Confieso que yo me hice el duro porque delante de Katia no me apetecía demostrar lo jodidísimo que estaba por el temita de Leandra y Matías, pero ya se encargó Jaime de dejarme con el culo al aire toda la noche.

Después de un poquito de alcohol y de muchas tonterías dichas, la única que se quedó conmigo y se metió en mi cama y no abandonó mi cabeza, fue la más grande de todas: "pues yo no sé qué coño estás esperando para darle dos hostias a ese cabrón". Por supuesto el autor de la frase fue Jaime y la repitió tantas veces que se grabó a fuego en mi mente.

Al día siguiente me levanté, me duché, desayuné, me fui a currar, me senté en mi mesa, le pedí a Matías que me pasara un expediente que compartíamos y, cuando llegó a mi altura, le empujé sobre mi mesa y le pegué una paliza. No, no estoy orgulloso; de hecho había pensado que quizás no debiera colgar las fotos pero, por otro lado, cuando empecé esta especie de diario virtual plasticoso me prometí no ocultar nada, desnudar mi personalidad aunque corriera el riesgo, como en este caso, de convertirme, a los ojos de todo el mundo, en una especie de troglodita.

Lo siento de veras; siento haberle hecho caso a Jaime (una vez más) y siento haberme comportado como una mala bestia. Eso sí, con cada golpe que le daba se iba, poco a poco, el peso de los cuernos y la mala hostia que me comía por dentro. Ahora lo que siento es remordimiento pero como suele decirse... "no hay mal que cien años dure".

"Ego te absolvo peccatis tuis", que diría mi admirado padre Karras si no hubiera perdido la vida arrojándose por aquella ventana después de conseguir que el mismísimo demonio abandonara el cuerpo de Regan McNeal.

Mil gracias por escucharme, señores; ya me siento mucho mejor.

lunes, 7 de julio de 2008

En ocasiones veo muertos


No quisiera dármelas un lunes (mal día para cualquier cosa) de clarividente (por eso lo de la fotito con la bola de cristal; que hay que explicarlo todo, joder), pero el vaticinio del viernes se ha cumplido. Los que hayan leído la entrada a la que me refiero recordarán que mi sexto sentido plasticoso me advertía de cara a lo que pudiera pasarme el fin de semana; pues bien, no se equivocaba en absoluto. De hecho, confieso que preferiría haber estado en mi casa todo el fin de semana intentando expulsar una piedra de riñón que vivir lo que el destino se había empecinado en pautarme; pero vamos por partes.

Para empezar, el viernes por la tarde recibí una llamada de Katia proponiéndome un plan que no podía rechazar. Esa misma mañana un compañero de trabajo le había ofrecido dos entradas para ver a Jamiroquai en directo en el festival "Rock in Río". El caso es que todo era demasiado apurado, pero Jamiroquai se lo merecía. Cuatro latas de Coca-Cola, dos sandwiches (vegetales, por supuesto. Katia es de estos "frikis" que no comen carne por no sé qué hostias de los animales; en fin... ella se lo pierde), el depósito lleno de gasolina y los discos de Jamiroquai para calentar por el camino. Siento no tener una foto para ilustrar nuestro viaje fugaz pero, precisamente por las prisas, no me acordé de la cámara hasta que llegamos a Zamora. Después del concierto nos tomamos un par de copas, dormimos unas horas en el coche (echamos un polvo, sí; lo del "Simca 1000" siempre ha tenido su puntito) y emprendimos el viaje de vuelta.
Como comienzo no estaba nada mal, pero lo que realmente iba a aguarme el fin de semana aún estaba por llegar.

Está claro que los domingos se inventaron para que uno pueda tirarse ocho horas en el sofá dormitando, viendo los bodrios más infumables en la tele y haciendo, muy de vez en cuando, el único esfuerzo de rascarse los huevos, sin sentir ningún tipo de remordimiento. Pero claro, aunque tú tengas perfectamente estructurado tu plan, siempre puede aparecer algo que te lo trastoque: una amiga, un cumpleaños, una barbacoa en su casa del pueblo...

El mismo domingo, mientras me dirigía a casa de mi amiga y le daba vueltas al discurso de Katia sobre la posibilidad de alimentarse sin sacrificar animales (soy de plástico, pero me encantan las costillas y el chorizo criollo; no puedo evitarlo), ni se me pasó por la cabeza la posibilidad de que otro cadáver (no precisamente el del cerdo) se presentara ante mí y, para colmo de males, con la lengua de otro dentro de su boca.

Supongo que queda claro que la rubia de la foto es Leandra (la famosa muerta, enterrada y meada), el tío con el que está se llama Matías y el de la cara de gilipollas un servidor. No entiendo cómo no se me ocurrió pensar que Rosa, siendo amiga común de ambos, podría invitar a mi ex a su cumpleaños. Y tampoco entiendo cómo no se me ocurrió pensar que todas las patrañas que Leandra me había dicho por teléfono no eran más que eso, jodidas excusas para no confesarme que lo que realmente ocurría es que había otro que ocupaba mi lugar en su corazón de plástico (qué digo plástico? Piedra pómez!). Me cago en todo lo que se menea!!! Pero si fui yo quien le presentó al pánfilo de Matías en la cena de empresa del año pasado!!! Matías es mi compañero de trabajo, pero ya os contaré con detalle otro día que ahora mismo voy a vomitar el único chorizo criollo que conseguí comerme antes de que esos dos hijos de puta lograran aguarme la barbacoa después de oír cómo le contaban a Rosa la ilusión que les hacía irse a Túnez. "Llevamos casi dos meses organizándolo y tenemos muchas ganas..." Casi dos meses??? No hace falta ser Sherlock Holmes para darse cuenta de la cornamenta que escondía debajo de mi gorra de cuadros, no?

Con grasa en la comisura de los labios y el regusto ácido del odio subiendo y bajando por mi esófago, llegué a mi casa dispuesto a planear el modo de matar a Matías y quedar totalmente impune. Si alguien tiene alguna idea... se admiten todo tipo de sugerencias. He pensado en rallar cristal en su mierda de té (el muy cursi se lleva al curro un termo con té); lo vi en una peli y parece ser que el método es infalible y no deja huella.

Joder, mi vida es una mierda. Al menos me tumbé en el sofá justo a tiempo de ver cómo Nadal se alzaba con el triunfo en Wimbledon; menos da una piedra. Me apetecía llamar a Katia, pero sería utilizarla como una especie de parche y ella no se lo merece.

Es lunes, soy un cornudo y estoy depre. That's life, my friends.

viernes, 4 de julio de 2008

Baile de máscaras


Odio el café de máquina. Lo odio con tanta intensidad que estaría dispuesto a recorrer el planeta reclutando gente para formar un grupo terrorista adiestrado para atentar contra todas las putas máquinas de café que hay en las oficinas de todo el mundo. Hijas de puta, estáis acabando con nosotros! Me imagino viajando con pasaporte falso y ocultando los explosivos en el doble fondo de una maleta. De buena gana las haría volar por los aires una por una para poder disfrutar de la visión de esos monstruos hechos añicos, despedazados por el suelo y derramando lentamente su sangre negra con olor a torrefacto. En fin, esta mañana me tomado una de esas pócimas asquerosas (0,35€) y ahora mismo tengo el estómago perforado y del revés. Con esos precios, qué se puede esperar.
Soy como un niño pequeño: si tengo sueño, hambre o me duele algo... no me aguanta ni dios.
Supongo que podría tratar de ir al baño, relajar el esfínter y dejarme llevar, pero para eso también soy un poco especial; soy de los que (salvo casos de imperiosa necesidad) no planta un pino fuera de su bosque particular. Vaya, que fuera de mi casa... lo de cagar lo llevo mal, para qué mentir.
Bien, dejaré aquí el tema para no ponerme demasiado escatológico (en ese terreno me doy miedo a mi mismo) y trataré de distraer mi mente para ver si de este modo consigo apaciguar a los jodidos retortijones.


Ahora mismo me gustaría ser Lina Morgan para poder cantaros, con la simpatía que la caracteriza (¿?), eso de... "agradecido y emocionado, solamente puedo decir... gracias por venir!!!". Pero como no lo soy, os diré simplemente que me hace mucha ilusión leer vuestros comentarios, opiniones y consejos. Aunque estoy pensando que... quizás me anime a...


Reconozco que me duele que alguno de los "bloggeros plasticosos" no tengan fé en mi decisión de hacer borrón y cuenta nueva con el tema Leandra. Damas y caballeros, hagan el favor de creerme. Si yo les digo que está muerta y enterrada es porque así lo siento; es más, incluso he meado sobre su tumba (todo esto en sentido figurado, claro). Solamente una vez fui capaz de orinar sobre una tumba y no seré yo, ni en este blog, quien diga a quién pertenecía el nicho ni los motivos que me llevaron a realizar tan salvaje acto del que, por cierto, no me arrepiento en absoluto.

En fin, que todo esto era para darles las gracias a todos los que se han molestado en seguir mi vida a través de este blog, incluso a los suplantadores de personalidades (eso no se hace; caca), y haber dejado un poquito de ellos mismos en él. No puedo evitar declararme publicamente "fan fatal" del padre de los nueve y de Berto pero... amigos, por favor, haya paz que no quiero que la sangre llegue al río. Esto no deja de ser un espacio plasticoso en el que cada uno se oculta tras la careta que más le gusta. Un día, cuando haya más confianza, haremos una quedada a calzón quitado (es un decir, padre de los nueve; no se me lleve las manos a la cabeza) para saber quién es quién en este baile de máscaras.
Agradecimientos aparte, la vida sigue y el fin de semana ya está aquí. Los planes son poquitos y nada del otro mundo, pero nunca se sabe. En algunas ocasiones, cuando menos te los esperas... "la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida..." Y no sabría decir por qué, pero presiento que este fin de semana el destino va a ponerme a prueba. Soy de plástico, pero también tengo un sexto sentido (y en ocasiones veo muertos; quédense con esta frase).
Señoras y señores, el lunes más.
Pasen buen fin de semana.




martes, 1 de julio de 2008

Leandra ha muerto. Viva Leandra!!

Confieso que, con el más que intenso fin de semana y la cantidad de trabajo acumulado sobre mi mesa, tenía previsto tomarme un descanso en el blog, pero las circunstancias me obligan a lanzarme al teclado como un animal hambriento se abalanza sobre su presa.
Por fin, después de una semana, Leandra ha dado señales de vida. Acababa de tumbarme en el sofá con la intención de dejarme llevar al maravilloso mundo de la siesta, montado sobre el lomo de un pingüino que se asomaba a mi tele desde el "Discovery Channel", cuando el teléfono comenzó a sonar. Antes de descolgar el auricular supe que era ella; algo dentro de mi me lo decía y ese algo, fuera lo que fuera, no se equivocaba. Respiré hondo y contesté con naturalidad tratando de esconder en lo más hondo de mis siete centímetros y medio (tranquilos todos, especialmente el papá de los nueve niños, que me estoy refiriendo a mi estatura) el miedo que me provocaba lo que pudiera escuchar al otro lado de la línea.

Resumiendo: me dijo que ya no sentía nada por mí, que aunque yo no hubiera notado nada ella había ido distanciandose poco a poco, que le jodía hacerme daño, pero... En fin, bla, bla, bla, bla... Eso era precisamente lo que yo escuchaba mientras ella se deshacía en explicaciones y excusas; un parloteo constante que no hizo otra cosa más que relajarme y confirmarme que, en muchas ocasiones, se pierde para ganar. Yo era como la Selección, había ganado; tenía a mi contrincante al otro lado del teléfono y sólo necesitaba colgar para poder levantar triunfante la copa de la victoria. En cuanto pude corté su acelerado monólogo para despedirla con la excusa de la siesta; le deseé lo mejor (de mentira, por supuesto; una cosa es ser educado y digno y otra muy distinta es ser gilipollas) y colgué. Colgué para siempre con la certeza de que Leandra era historia.
Muchos creerán que no he sufrido demasiado, que en una semana no se olvida a la persona amada, que el pasado sábado me fui a la cama con Katia a la primera de cambio lo que indica que tampoco estaba tan enamorado de Leandra... En fin, que cada uno piense lo que quiera; pensar y opinar es gratis (al menos por el momento) y estoy abierto a todas las críticas a través de los comentarios. Lo único que tengo claro es que cuando algo no tiene solución, el olvido es la mejor de las opciones; quizá sea una forma de engañarme a mi mismo pero, al menos por ahora, me sirve. Soy de plástico pero, como a todos, me gusta ser feliz.

Hablando de felicidad... nada más despertarme de la siesta hablé con el hombre más feliz que pisa la faz de la tierra. Jaime decidió que debíamos celebrar la "muerte" de Leandra y se presentó en casa con unas cervezas y un par de pelis. Decidí beber sólo una (empiezo a entrar en esa franja de edad en la que más de un pedo a la semana puede matarte) y ver con él "Garganta profunda" (el porno clásico es una de sus pasiones).

Mientras nos tomábamos las cervezas y Linda Lovelace se dedicaba a las labores que la hicieron famosa en los setenta, mi cabeza estaba en otro lugar; un lugar donde no había Leandras, ni Katias, ni Lindas, ni Jaimes, ni cervezas; el lugar donde uno se encuentra justo antes de nacer, de llegar al mundo, de empezar la vida.
Ese espacio que no es posible recordar porque no hay posibilidad de volver al él una vez se ha abandonado, se había presentado de forma mágica ante mí. Y allí estaba yo, señores, dispuesto a volver a entrar, totalmente renovado (y feliz), a mi vida de plástico.